Regreso a Shangri-La
El monasterio de Shangri-La, el mítico lugar donde nadie envejece, existe. Y acabo de volver de allí (aunque no más joven)
En 1933 el escritor británico James Hilton público Horizontes perdidos, su más famosa novela. El eje central de la trama era un monasterio tibetano perdido en el Himalaya donde reinaban la paz, el orden y la justicia. Y en el que -sobre todo- nadie envejecía: el utópico reservorio de la sabiduría y la eterna juventud. Desde entonces Shangri-La es sinónimo de paraíso terrenal y ficticio, porque todo fue una invención de Hilton. ¿O no? En realidad Shangri-La existe y está en China. Acabo de regresar de allí.
Según la toponimia oficial Shangri-La es una ciudad de la provincia china de Yunnan, con unos 200.000 habitantes y situada en una altiplanicie de cultura tibetana a 3.380 metros de altitud. Antes se llamaba Zhongdian, pero en 2012 el gobierno chino le cambió el nombre por el más comercial de la novela de Hilton. El truco funcionó: desde entonces el turismo ha aumentado de manera significativa.
¿A qué vienen los turistas a Shangri-La? Pues sobre todo peregrinan a este lugar de la foto: el fabuloso monasterio Sungtseling, uno de los grandes centros budistas de China y uno de sus más fotogénicos santuarios. Fue construido a instancias del V Dalai Lama en 1678 y consta de tres templos, el principal de los cuales está dedicado al Buda Maitreya, el Buda que está aún por venir. Unos 400 monjes vestidos con sus túnicas azafrán se encargan de mantener el monasterio en activo.
¿Y qué tiene que ver el monasterio con la novela de Hilton para que se hayan atribuido el mítico nombre? Pues investigando un poco, resulta que los chinos no están tan exentos de razón.
James Hilton, nacido en Reino Unido, nacionalizado posteriormente estadounidense, escritor de éxito de la primera mitad del siglo XX, autor de grandes best sellers -además de Horizontes perdidos-, guionista de Hollywood y ganador del Oscar al mejor guión adaptado por la versión de su novela dirigida por Frank Capra, nunca estuvo en el Tibet. Sin embargo, si habéis leído su novela es todo un tratado sobre la cultura tibetana, la religión budista y la filosofía oriental que llevaría a creer que Hilton había hecho un máster en budismo, aunque fuera por correspondecia.
Para escribir Horizontes perdidos Hilton se basó en numerosos textos, pero muy en especial en varios artículos publicados a principios de los treinta en National Geographic. Esos artículos los firmaba Joseph Rock, botánico, lingüista y explorador estadounidense que vivió en Lijiang, una aldea naxi cercana a Zhondiang, entre 1922 y 1949. Suyos son algunos de los mejores estudios de botánica y antropología de la zona. Rock -cuya vida daría para otra novela- hizo varias expediciones por la zona tibetana, entre ellas al monasterio Sungtseling de Zhondiang, que luego describió minuciosamente en los artículos de la National Geographic.
Resumiendo: es muy probable que Hilton usara Sungtseling como modelo para idealizar Shangri-La. Y por lo tanto el gobierno chino no estuvo tan mal encaminado cuando aprovechó el tirón comercial de la novela para rebautizar esta ciudad. Ciudad que por cierto y como toda China ha cambiado de manera brutal en apenas una década.
Estuve por primera vez en Shangri-La en octubre de 2014, tal como conté en este post. Lo que vi entonces fue una ciudad devastada.
En enero de ese año el descuido de una turista que dejó encendido un infiernillo en la habitación de su hotel causó un incendio pavoroso que destruyó en una sola noche dos terceras partes de esta bellísima aldea tibetana. Fue un desastre nacional. Y un verdadero mazazo para la arquitectura chino tibetana de Yunnan.
Aquel octubre de 2014 el aspecto que tenía lo que un día fue una aldea tibetana de casas de madera de planta baja y tejado curvo, era lo que veis en la foto de arriba. Un solar del que las máquinas excavadoras ya habían retirado todos los escombros ahumados.
Sin embargo, tres años después este es el aspecto que tiene de nuevo Shangri-La/Zhondiang:
Solo los chinos serían capaces de hacer algo así. En poco más de dos años han reconstruido la vieja aldea tibetana exactamente igual que estaba, con el mismo tipo de arquitectura tradicional y la misma planimetría que tenía. Es verdad que esta nueva Shangri-La está aún en obras; paseando hace una semana por sus calles veía todavía algunas casas sin terminar, comercios que todavía no habían reabierto. Y las calles no tenían alma, parecía de mentira si lo compramos con la vieja y centenaria aldea original.
Pero estoy seguro de que con cuatro nevadas y cuatro inviernos tibetanos la madera adquirirá la misma textura que tuvo, la vida local volverá a las calles y Shangri-La recuperará su alma.
Más peligroso que el incendio me pareció el tren de alta velocidad que están construyendo y que la unirá con Kunming, la capital de la provincia. Con él llegarán riadas de nuevos turistas chinos (el turismo extranjero es muy escaso en esta remota zona de China) y mucho me malicio que Shangri- La acabará en unos años como Lijiang o Dali: un decorado de lo que fue, fagocitado por las tiendas de souvenirs y los bares de karaoke.
Shangri-La existe. Pero si quieres verla con un resto de autenticidad, date prisa. No durará mucho.
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