La reacción popular frena el populismo
El fracaso de la ultraderecha en Holanda es buena noticia frente a los que intentan culpabilizar de sus males a los inmigrantes
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La derrota de la xenofobia y el populismo acaecida en las elecciones legislativas celebradas ayer en Holanda constituye una buena noticia en tres aspectos diferentes aunque conectados entre sí.
En primer lugar, el que los electores holandeses hayan dado su apoyo al actual primer ministro, Mark Rutte, y no hayan escuchado los cantos de sirena del ultraderechista Geert Wilders. Su formación xenófoba, aunque mejora sustancialmente los resultados de 2012 (pasando de 15 a 20 escaños) queda lejos de su máximo histórico de 2010 (24 escaños). Esto muestra que las sociedades democráticas son capaces de discernir claramente los proyectos constructivos de aquellos que basan su estrategia en la culpabilización permanente del otro. Es cierto que el vencedor, Rutte, está en minoría y tendrá que negociar, lo cual forma parte del juego democrático habitual. Pero también es verdad que otras formaciones que encarnan valores opuestos al racismo mostrado por Wilders en su discurso político –como los ecologistas— han experimentado un espectacular salto adelante. La histórica alta participación de la jornada, superior al 80%, demuestra además que lejos de estar enferma, la democracia holandesa es plenamente activa.
En segundo término, el resultado holandés supone un importante punto de referencia de cara a las dos cruciales elecciones a las que se someterá Europa en los próximos meses: las presidenciales francesas y las legislativas alemanas. A pesar de su innegable avance, el resultado de Wilders no es una buena noticia para los populismos antieuropeístas que durante 2017 han puesto en objetivo en el Palacio del Elíseo. Hace falta mucho más que un discurso catastrofista para seducir a la mayoría del electorado y este resulta un dato con el que tendrán que contar en sus estrategias las fuerzas políticas tradicionales francesas y alemanas.
Finalmente, los enemigos exteriores de la Unión Europea han recibido un mensaje claro de que los votantes de los países pertenecientes a la Unión Europea pueden cometer excesos pero no son fácilmente manipulables. La campaña holandesa se ha visto sometida a dos importantes vaivenes de la situación política internacional. El primero –la posibilidad de ataques cibernéticos contra el proceso especialmente desde Rusia- ha forzado un recuento a mano de los votos. El segundo es que los últimos días de campaña se han visto empañados por un artificial conflicto generado por el presidente de Turquía, cuyas declaraciones hacían subir en las encuestas a la ultraderecha antieuropeísta. Los votos han demostrado que los holandeses no se han dejado intimidar por ninguna de estas dos circunstancias. No obstante, las elecciones holandesas demuestran que el fenómeno populista debe ser tomado muy en serio y solo puede ser eficazmente contrarrestado mediante una movilización popular constante en la sociedad y en las urnas.
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