Ocho directoras que hacen que el cine de terror ya no sea cosa de hombres
Jennifer Kent, Ana Lily Amirpour, Anna Biller… Están transformando con sus peliculones un género monopolizado por la mirada masculina.
El cine de terror está sufriendo una pequeña-gran revolución. Y todo gracias a la incursión de un puñado de voces femeninas que están contribuyendo a transformar, a través de su sensibilidad, un género que hasta el momento había estado monopolizado por la mirada masculina.
El estreno de Crudo sirve para revalidar esta teoría. Con solo 33 años, Julia Ducournau ha escrito y dirigido una de las películas de la temporada, demostrando hasta qué punto resulta vital el cambio de paradigma a la hora de reivindicar el imaginario femenino a partir de historias construidas desde un punto de vista enfocado a ahondar en sus propias necesidades.
Una nueva generación se abre paso con fuerza a través de historias modernas y descaradas que utilizan la subversión como arma para romper con los tabúes a través de narraciones con una profunda carga simbólica. Historias que convierten a la mujer en un elemento activo a la hora de manifestar de forma catártica toda la represión que han acumulado a lo largo de los tiempos para construir un discurso en torno a la identidad desafiando los códigos heteropatriarcales. Estas son, algunas de las nuevas reinas del terror.
Julia Ducournau. Hambre caníbal
Película: Crudo (2007)
Podríamos considerarla como la evolución lógica del New French Extremity en su vertiente más fresca y pop. El cuerpo femenino y su transformación vuelve a situarse como eje de la función, así como el binomio entre tortura y placer, sexo y muerte y la utilización del canibalismo como una forma de desprenderse de los corsés que impone la sociedad y acceder a una esencia más primitiva. El despertar sexual nunca fue tan perturbador.
Jennifer Kent. Instinto maternal
Película: The Babadook (2014)
La australiana Jennifer Kent reflexiona en torno a la maternidad y sus servidumbres en esta película que, a modo de cuento pesadillesco, nos introduce en la día a día de una mujer que, superada por las circunstancias, se muestra incapaz de sobrellevar el dolor a la hora de criar sola a su hijo tras la muerte de su pareja. La película se adentra en el territorio cotidiano, incómodo y enfermizo, que se establece entre la madre y el pequeño, a través de una relación viciada por la sobreprotección y al mismo tiempo por la abulia y la rabia contenida.
La directora intenta representar de qué manera son nuestras propias inseguridades las que pueden llegar a dar rienda suelta al horror, de cómo el miedo genera más miedo en este caso representado de forma abstracta a través de la figura de un monstruo que, a modo de sanguijuela se va colando en el seno de la relación maternofilial para intentar destruirla desde sus cimientos. Una criatura que no deja de ser en el fondo una materialización de los propios traumas y paranoias que ha generado el sentimiento de pérdida y soledad en el personaje femenino y que puede verse también como una metáfora de la represión masculina.
Ana Lily Amirpour. Vampiras cool en blanco y negro
Película: Una chica vuelve sola a casa de noche (2014)
Una vampira con chador recorre en skate las calles de una ciudad imaginaria lastrada por la corrupción, las drogas y la decadencia de los valores. Esta potente imagen fue suficiente para que Ana Lily Amirpur se convirtiera en una auténtica revelación gracias a la irreverencia y valentía que demostró a la hora de situar a la mujer como elemento generador de terror dentro del integrismo religioso y la misoginia de la sociedad iraní.
Asistimos al ritual diario de la depredadora, que se maquilla cuidadosamente mientras baila al son de su música favorita, esperando que caiga la noche para acechar a sus presas y ejercer su particular ley moral sobre sus víctimas. La realizadora reflexiona en torno a la soledad y la alienación juvenil a través de atmósferas oníricas de un alto grado de estilización formal que toman como referencia estética el western, la novela gráfica y la cultura pop. Tiene pendiente de estreno The Bad Batch, una distopía caníbal ambientada en Texas y protagonizada por Keanu Reeves, Jason Momoa, Jim Carrey y Suki Waterhouse.
Las hermanas Soska. Carnicería sexy
Película: American Mary (2014)
Las gemelas Jen y Sylvia Soska comenzaron siendo actrices, pero pronto se cansaron de la visión estereotipada de los papeles que les proponían. Así que decidieron iniciar una andadura cinematográfica por el lado más salvaje del underground y la explotation.
Su fascinación por la subcultura de la modificación corporal, que ellas mismas practican, desembocó en la obra de culto American Mary, protagonizada por una estudiante de medicina que se introduce en el oscuro mundo de la cirugía ilegal con encargos que abarcan desde una vaginoplastia al cambio de extremidades entre dos hermanas. Algunas veces, la cosa sale bien. Otras, se convierte en una auténtica escabechina.
Influenciadas por la literatura de Clive Barker y el cine de Cronenberg, las Soska pasan por el filtro de su fuerte conciencia feminista y su lucha por la igualdad de género cada una de sus ficciones adaptando las nociones de gore, rape and revenge y fetichismo a sus más íntimas necesidades. Su misión, realizar una sátira perversa en torno a la deshumanización de la mujer como objeto sexual.
Anna Biller. Pociones de amor
Película: The Love Witch (2016)
Quizás una de las piezas más exuberantes de los últimos tiempos, The Love Witch supone la confirmación de Anna Biller tras Viva (2007). Lo suyo es una auténtica reinvención del espíritu camp de los años sesenta y setenta a través de una suntuosa imaginería tan artificial como deliciosa que rinde homenaje al Technicolor, al lado más perverso de los cuentos de Disney, el gótico victoriano, las femme fatale del noir y el erotismo desde el punto de vista de las fantasías femeninas.
Su cóctel vintage a modo de pastiche es tan explosivo como la fuerza arrolladora de su protagonista, Elaine, una bruja en busca del amor verdadero que utiliza sus conocimientos mágicos para lanzar hechizos y seducir a los hombres. Pero el efecto de su atractivo mezclado con el de las pócimas es tan alto, que termina convirtiéndose en letal.
Rodada en 35mm., la película ironiza sobre el poder de la sexualidad femenina para terminar con la hegemonía del macho, cuya figura termina reduciéndose al patetismo. Precisamente la intención de Biller es sacudir los cimientos de la sexplotation. No es una película enfocada a satisfacer los deseos de los hombres, sino a exorcizar las necesidades de las mujeres. Además, Anna no solo dirige, también compone la música, elige el vestuario y es responsable del diseño de producción.
Xan Cassavetes. Líbido vs. pureza
Película: Kiss of the Damned (2012)
La hija de Gena Rowlands y John Cassavetes comenzó haciendo pequeñas apariciones en las películas de su padre, más tarde de su hermano para terminar realizando esta morbosa extravagancia arty con ecos al cine de Jean Rollin y sus vampiras estilizadas y decadentes con un toque libidinoso. Ambientes recargados y toque retro-kistch para una película que gira en torno a la lucha entre contrarios: los instintos más primitivos frente a la razón, el hedonismo en contraposición con la pureza para contar el triángulo amoroso que se establece entre dos hermanas y el amante de una de ellas que termina convirtiéndose en su súbdito dentro de una corte vampírica capitaneada por Anna Mouglalis. Un cuento moral de una sensualidad hipnótica envolvente.
Karyn Kusama. Liberación hormonal
Película: Jennifer’s Body (2009)
Karyn Kusama es una de las pocas mujeres que trabaja para los grandes estudios y que al mismo tiempo tiene un discurso coherente tanto a la hora de rodar proyectos de multisalas como películas más personales.
Debutó con Girlfight (2000), película que nos descubría a Michelle Rodríguez en el papel de una joven que se introduce dentro del masculino mundo del boxeo. En 2005 firmó la película de superheroínas Aeon Flux con Charlize Theron y en 2009 se introdujo en el género del terror teenager con la injustamente infravalorada Jennifer’s Body. “El infierno es una adolescente con las hormonas disparadas”, comenzaba diciendo Amanda Seyfried para definir los cambios diabólicos que se producirían en el cuerpo de la mujer más deseada del momento, Megan Fox. Escrita por Diablo Cody, la película supuso un loable intento dar la vuelta a los clichés del cine adolescente mainstream a través de la figura de una joven que pasa de convertirse de objeto de deseo a ángel exterminador del sexo masculino.
Después de ganar en el Festival de Sitges el premio a la mejor película con La invitación (2015), la directora ha participado en el primer film colectivo escrito y dirigido por mujeres, XX (2017), junto a otras grandes esperanzas femeninas dentro del género como son Jovanka Vuckovik, Roxanne Benjamin (Southbone) y la cantante St. Vincent, Annie Clark.
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