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diario de un gatuno primerizo (6)

Cómo me enganché al ‘Cat Hermano’

Triunfa un 'reality show' islandés en el que unos cachorros conviven en una casa de muñecas para fomentar su adopción

Pedro Zuazua

Una de las fantasías más recurrentes de los dueños de gatos (al menos de los que yo conozco) es colocar una cámara en su casa para poder observar qué pasa cuando se quedan solos al frente del hogar. En el fondo se trataría únicamente de recrearse en las maldades que uno constata que ha hecho a lo largo del día a través de las señales (véase restos del sofá por el suelo, pelos en la encimera o cosas caídas por el territorio).

El lunes, afortunadamente, tocaba ir a trabajar. Fue una sensación extraña. Iba a dejar solo en mi casa a un ser minúsculo al que había conocido hacía 24 horas y que se había pasado la noche metiéndose en todos los lugares posibles. Descubrí entonces que es cierto aquello de que los gatos son limpísimos y que, por alguna extraña concatenación de ideas, saben desde el primer día que es en el arenero donde tienen que hacer sus necesidades. Y también que se había despertado en mí algo que al principio consideraba como mera preocupación por la casa y que luego resultó ser instinto paternal: esa semana fue la primera y la única de mi vida en Madrid en la que me acerqué a comer a casa. Me agobiaba pensar en Mía tanto tiempo sola.

Por eso la semana pasada, cuando leí la historia del reality show islandés Keeping up with the Kattarshians me quedé empantanado viéndolo (en horario de asueto, claro). El programa, emitido a través de una web que enfoca una casa de muñecas diseñada para cachorros de gato, se ha convertido en un éxito que ha salido ya de la isla para convertirse en un fenómeno global.

La página de Facebook del proyecto explica el origen: una gata fue encontrada poco antes de Navidad vagabundeando por Reikiavik. La llevaron a un refugio y se dieron cuenta de que estaba embarazada. Una señora que jamás había tenido gatos se la llevó a su casa y cuidó de ella y de la camada… hasta que la madre (la gata, se entiende) comenzó a cansarse de sus cachorros y empezó a preguntarles si no creían que iba siendo hora de que se independizaran.

Total, que volvieron todos para el refugio, y el refugio decidió comenzar con el programa, y el programa se convirtió en un éxito (si tienen tiempo, véanlo, porque es un sin sindiós divertidísimo) y ahora resulta que se ha convertido en una especie de generador de adopciones de cachorros de gato. Con tres cámaras go pro que emiten 24 horas los siete días de la semana y un equipo de visión nocturna, esta especie de Cat Hermano está triunfando entre los aspirantes a voyeurs felinos, que somos muchos más de los que parecía.

En la red se pueden consultar algunos vídeos con los mejores momentos. E incluso sus productores han sido entrevistados por varios medios internacionales. En declaraciones a la BBC, Inga Lind Karlsdottir, miembro del equipo de producción, resumió muy bien lo que es tener un gato: “Es gracioso cuando se lo vuelven locos y destrozan la casa, pero también aportan calma cuando los ves dormir. Es bueno para el alma”.

La verdad es que me hacen una gracia que no puedo con ellos, porque practican el mal con una elegancia y una inocencia que facilita que se te escape la risa. Y cuando los veo pelearse me acuerdo de todos los lectores que me animan cada día a sumarle un compañero de juegos a Mía. Pero creo que, visto lo visto, nos vamos a quedar así, los dos solos y tan a gusto, con nuestro espacio vital y el desconocimiento de lo que sucede en mi casa en horario de trabajo. Ojos que no ven…

P.S: Por si alguien tiene alguna duda, el programa cuenta con la colaboración de las principales asociaciones de protección de animales de Islandia.

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Sobre la firma

Pedro Zuazua
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, máster en Periodismo por la UAM-EL PAÍS y en Recursos Humanos por el IE. En EL PAÍS, pasó por Deportes, Madrid y EL PAÍS SEMANAL. En la actualidad, es director de comunicación del periódico. Fue consejero del Real Oviedo. Es autor del libro En mi casa no entra un gato.

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