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“Añada doce latigazos y obtendrá una condena ejemplar”

Recopilamos algunas cartas al director enviadas por lectores de EL PAÍS sobre la sentencia del caso Nóos

Peridis (17 FEB 17)
Peridis (17 FEB 17)

El delirio judicial en el que estamos inmersos es de tal magnitud que si muchos ciudadanos diéramos rienda suelta a nuestro sentimiento y lo expresáramos sin ambages, con toda probabilidad recibiríamos como castigo una pena considerablemente superior a la de los últimos ilustres encausados.— Juan Fernández Sánchez (Madrid)

Soy abogado en ejercicio desde hace más de un cuarto de siglo y me parece aberrante todo lo que se está diciendo sobre la libertad del señor Urdangarin. La decisión judicial es perfectamente asumible si, como es el caso, le queda un recurso ante el Supremo y no hay riesgo de fuga. ¿Se imagina alguien lo que podría pasar si le decretan ahora prisión y luego es absuelto? Qué pena de casta política opinando de lo que no saben solo por hacer daño.— Fernando Pamos de la Hoz (Madrid)

Hace ahora un año la justicia española metió en la cárcel a dos titiriteros por decir cosas atroces, y no les valió ninguna fianza. A los cincos días los sacaron pero les obligaron a fichar a diario en un juzgado. En cambio, Urdangarin y Torres, ni cárcel ni fianza y a fichar una vez al mes. A ver, ¿la justicia española los ha condenado a seis y ocho años de cárcel respectivamente, o a estar libres en Suiza? Estoy atento a Rato y Blesa.— Jaime de Nepas (Madrid)

Cada mañana leo la viñeta de El Roto y siempre me sorprende la capacidad que tiene para expresar lo que casi todos pensamos. Al leer la viñeta de este jueves, antes de conocer la sentencia de Iñaki Urdangarin, me ha venido a la mente este señor. Minutos más tarde he abierto la web de EL PAÍS y cuál no ha sido mi sorpresa al comprobar que una vez más El Roto había vuelto a dar en el clavo. ¡Una auténtica vergüenza! Este señor va a seguir viviendo en Suiza como si nada hubiera pasado. Y encima disfrutando de unos privilegios pagados por todos los españoles. Me indigna y avergüenza la justicia española.— Concha Baquera (Florida. EE UU)

Ya estamos pensando en los nuevos planetas avistados. ¿La vida en alguno de ellos sería mejor que en la Tierra? Tras las disposiciones judiciales temporales en Palma de Mallorca, los españoles ya pueden pensar en cualquier otro rincón espacial en el que la justicia sea para todos. Paz y justicia.— José Basilio Atienza (Madrid)

La gran oportunidad que el enorme tesón del Juez Castro consiguió al sentar en el banquillo de los acusados a la infanta Cristina para que se le tomase declaración sobre los hechos imputados, ha sido una auténtica pantomima. Es más que evidente que su linaje y la presión institucional han influido de una forma notable, una vez más, en el fallo de la sentencia. Como decía el gran poeta y escritor Stanislaw Jerzy Lec “Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla”.— Juan Francisco García (La Coruña)

Los tribunales, cuando el caso lo merece y así lo deciden, crean doctrina que interpreta y hasta mejora alguna ley con el loable objeto de hacer justicia. El caso Nóos podría haber sido el marco perfecto para que los magistrados se lucieran creando doctrina con el objeto de desvelar lo que todos los ciudadanos pensamos, por más que la televisión pública se empeñe en hacérnoslo ver de otro modo: que la infanta Cristina sabía muy bien lo que se cocía en las sociedades de las que formaba parte con su marido. Y que es tan responsable como él aunque no suscribiera formalmente las actuaciones fraudulentas.— Amparo Blanch (Valencia)

Añada 12 latigazos a cualquier condena y obtendrá una condena ejemplar. La igualdad ante la ley y las sentencias ejemplares son incompatibles si con “ejemplar” nos referimos a un castigo más duro del habitual. Porque conductas iguales deben recibir el mismo reproche, y pedir penas más graves para ricos, políticos, tonadilleras o infantas por el solo hecho de serlo es involucionar hacia la justicia en la plaza pública. Nuestra justicia, imperfecta y politizada, es una herramienta civilizada hecha para la convivencia; por eso excluye el maltrato y se orienta hacia la educación del malhechor. Quienes reclaman condenas ejemplares para determinadas personas no se conforman con la reparación del daño y el castigo justo. Añoran también algo de diversión; una justicia festiva que permita ir con la merienda a contemplar castigos públicos, a disfrutar de una tarde de quema de brujas en compañía de amigos y vecinos. Como en la Edad Media pero compartiendo la parrillada humana por WhatsApp.— Jacobo Saucedo (Sevilla)

Ya conocemos la sentencia final del caso Nóos y tal y como se esperaba la infanta ha sido absuelta de todo cargo. Desgraciadamente, la absolución de la infanta no es algo sorprendente. Lo impactante fue que Urdangarin fuese condenado a la sentencia mínima, cuando cualquier otra persona acusada de prevaricación, fraude a la Administración, tráfico de influencias y otros dos delitos fiscales cumpliría sentencias mucho mayores, de hasta 15 años de prisión. Este caso solo supone otra mancha más en el historial de nuestra monarquía, una monarquía impuesta.— Cristina Castro (Madrid)

Una vez más la Justicia no se aplica con criterios de igualdad. Si perteneces al partido político que está en el Gobierno, tampoco vas a la cárcel por mucho que hayas delinquido. Si eres empresario corruptor y delatas a los que antes has corrompido y devuelves algún dinero que ganaste ilegalmente, tampoco pisas la cárcel. Si tienes abolengo, títulos nobiliarios o amigos en el poder, con sangre azul o sotana negra y anillos de oro, tampoco. Necesitamos urgentemente la separación real, verdadera y cierta de los tres poderes del Estado. De lo contrario el Estado de derecho solo funciona en el aire cuando lo utilizamos para justificar sentencias, injustificables, por falta de independencia, objetividad y llenas de mucha subjetividad.— Victorio Martínez (Madrid)

La sentencia de Nóos constata que hay dos varas de medir. Una, benevolente, para la élite económica y política. Y otra, justa, para los ciudadanos que carecen de pedigrí social. Menores penas para quienes han robado a los contribuyentes cantidades millonarias y ejemplares para delincuentes anónimos con estafas de importes menores. Nos indigestan el alma.— Dionisio Rodríguez (Madrid)

A muchos políticos se les llena la boca cuando manifiestan que la justicia es igual para todos, pero queda demostrado que en la práctica no es tal dicha igualdad. El pasado viernes conocimos la sentencia del caso 'Nóos' y, sin ser un experto en cuestiones penales, la sentencia me parece blandita para la mayor parte de los encausados. Una manera políticamente prudente de pasar página a un juicio que ha causado tanta expectación. ¿Es la primera vez en la historia de este país que miembros de la Casa Real se han sentado en el banquillo de los acusados? Sí, cierto. Pero esa debe ser la normalidad democrática y no la excepcionalidad, pues para la conciencia social reflejaría un hecho ejemplar y sin precedentes. Denotaría que la justicia, en su máxima virtud, no mira a las personas, sino los hechos, aunque la realidad nos revela, una vez más, un trato judicial desigual subordinado a su posición social.— José M. Fernández-Arroyo (Barcelona)

Lo triste, tristísimo, es que solo se hable de justicia por la infanta, y no por cosas como que en España hay 10 jueces por cada 100.000 habitantes, una de las tasas más bajas, si no la que más de Europa. O por las designaciones a dedo en altos puestos en la carrera judicial y otro tanto en la Fiscalía. O por la falta de inversiones en medios e infraestructura. Tenemos un poder judicial inexistente en medios e independencia. Espero que cuando tengamos que sufrir algún día los oportunos retrasos y demás síntomas de la justicia que tenemos nos sigamos acordado de la infanta.— José Ramón Ceballos (Granada)

Independientemente de quién se trate, una firma es una firma y más de alguien que tiene una educación conocimiento y titulada. No voy a poner el filtro de mirar si quien firma es titulado o no pero lo que sí pido es que si cualquier ciudadano firme algo se le trate por igual. Que la infanta alegue que no sabía lo que firmaba es un insulto a la ciudadanía aunque sea verdad, haber mirado lo que se firma. Si una persona que trabaja en alto cargo en una entidad -porque no creo que a un simple trabajador de La Caixa se le pague una residencia en Suiza- puede alegar desconocimiento en lo que firma, debemos revisar lo que ha firmado en su trabajo por si acaso, a eso se le llama responsabilidad laboral. Soy funcionario, por firmas de cosas menores y con mayor justificación, la Administración ha sido implacable con ellos.— Carlos Niño (Burgos)

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