
Por qué Japón ha vuelto a batir el récord mundial de habitantes centenarios
Cómo viven, cuántas horas duermen, qué hacen en su tiempo libre... Hablan los habitantes del país más longevo del mundo que han llegado a soplar un centenar de velas

La tasa de obesidad en el país –según datos de Central Intelligence Agency– es solo del 5%, frente al 33% en Estados Unidos o el 26% en España. Su alimentación es alta en carbohidratos, procedentes de los vegetales, y baja en lípidos (grasas). Tal y como nos contaba la coaching nutricional, Ángela Quintas, siguen a rajatabla una de las reglas de oro para no engordar: combinar los hidratos con proteína. El médico Shigeaki Hinohara, que a sus 105 años sigue en activo, recomienda en sus escritos ingerir proteínas cárnicas. Cada japonés consume, además 53,68 kg de pescado al año –más del doble que en Estados Unidos y España–. Otra cosa que observó Takahashi es que todos coincidían en su forma de comer: un concepto slow, masticando bien, haciendo tres comida al día y sin llenar de todo el estómago. Lo llaman el hara hachi bun me (literalmente “un ochenta por ciento del estómago”) y significa que hay que dejar de comer antes de llenarse.
En Kyotango, una ciudad que tiene 2,75 veces más centenarios que el resto del país, se da la circunstancia de que los habitantes secan los pescados con sal y salvado de arroz. Una técnica que contribuye a aumentar el valor nutritivo de los alimentos.


Según los gerontólogos que han estudiado el caso japonés, la actividad física continuada evita el síndrome de la fragilidad en las personas mayores. Es decir, hace que no se atrofien los músculos y que sigan manteniendo el apetito.
Aunque los japoneses siguen haciendo ejercicio pasados los 70 y 80, cogen ese hábito desde niños a través de la calistenia, una especie de rutina nacional a la que se entregan todos los vecinos independientemente de cuál sea su edad. La calistenia son una serie de ejercicios que desde bien temprano –comienza a las seis y media de la mañana– puede seguirse desde cualquier lugar a través de la televisión y la radio. Así no es de extrañar que existan historias como la de Hidekichi Miyazaki, que a sus 106 años, ha ganado 32 medallas de oro en los campeonatos de atletismo veterano de Japón.

A lo largo de sus entrevistas Takahashi observó que la mayoría de personas que llegaron a cumplir 100 años, trabajaron hasta los 90. Eran, además, gente que obtenían una gran satisfacción en compartir su conocimiento con los demás. Y todos, observó, escribían a diario. Ya fuese un diario, pequeñas notas, listas, etc...
Además de cuidar su cuerpo, los centenarios japoneses se cuidan mucho de mantener su cerebro en forma y realizan ejercicios mentales a diario. Son muy populares unos cuadernos de entrenamiento mental que diseñó un profesor de medicina antienvejecimiento y que, dice, estimulan el lóbulo frontal del cerebro. Estos ejercicios incluyen cálculo, ejercicios de caligrafía o leer en voz alta. La fotoperiodista Tsuneko Sasamoto, de 101 años, cuenta, por ejemplo, cómo se afana cada día en coordinar la ropa con los accesorios que lleva para mantener su mente activa.


Ya sea realizando labores de jardinería o cultivando algo en sus huertas –como la mayoría de centenarios de Okinawa– lo cierto es que a los japoneses tienen hobbies al aire libre que ayudan, por ejemplo, a potenciar la absorción de vitamina D y la asimilación de minerales esenciales como el calcio. El gerontólogo Nobuyoshi Hirose encontró, además, tras investigar a más de 800 centenarios desde el año 2000 que entre los mayores de 105 años no se producen catarros.
Paseando o haciendo ejercicio en un entorno natural los centenarios muestran también menores niveles de estrés y se sociabilizaban: son personas extrovertidas a las que les gusta salir y hacer nuevas amistades. Veinte de cada cien centenarios en Japón llevan una vida autónoma.

“En Japón, actualmente el país más longevo del mundo, hay muchos centenarios que siguen gozando de la vida”, recuerda Takahashi. Existe por tanto, entre ellos, un alto nivel de percepción de felicidad que mantienen a pesar del deterioro físico y cognitivo propios de su edad. El doctor Nobuyoshi Hirose, lo atribuyó en sus estudios gerontológicos, a ciertos aspectos adaptativos que se desarrollan a medida que envejecemos. “Es todavía una hipótesis”, señala, “pero es es posible que, al envejecer, cambie la manera de pensar”. De esta forma los ancianos perderían interés en lo material o el estatus social y gozarían de una mayor tranquilidad mental. “Encuentran la felicidad dando más importancia a la continuidad de los antepasados a través de sus hijos y a considerar a la persona misma como una parte de la naturaleza”, concluye Hirose.