De cabeza al desastre
El mundo no puede permitirse que EEUU deje el acuerdo sobre el cambio climático
La escalada de decisiones unilaterales y de marcado signo aislacionista que han caracterizado los primeros días del mandato de Donald Trump como presidente de Estados Unidos hace temer lo peor en uno de los ámbitos en los que todos nos jugamos el futuro: el del cambio climático. Si Trump decide finalmente abandonar el acuerdo de París para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y frenar el calentamiento global, los objetivos trabajosamente acordados tras años de presión científica y ciudadana estarán en grave peligro.
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Los primeros signos no son alentadores. El nombramiento de un conocido negacionista del cambio climático al frente de la agencia norteamericana de Protección del Medio Ambiente es un pésimo augurio, reforzado por una serie de decisiones que en lugar de reducir, estimularán el uso de combustibles fósiles. Entre ellas figuran el desbloqueo de un gran acueducto de 4.000 kilómetros entre Alberta y el Golfo de México; el levantamiento de restricciones a las emisiones y la supresión de los estudios de impacto ambiental como requisito para aprobar infraestructuras e industrias.
Aunque formalmente Estados Unidos no puede abandonar el acuerdo por lo menos hasta 2019, la decisión de retractarse puede resultar un escollo insuperable. El gran éxito de la cumbre de París fue lograr que los dos mayores contaminantes del planeta, China y Estados Unidos, que no habían suscrito el acuerdo de Kioto, se sumaran al nuevo consenso adoptado por 195 países. El acuerdo pretende garantizar que el aumento de las temperatura media del planeta no supera los 2ºC a final de siglo, pero para ello se ha negociar en estos próximos años una nueva vuelta de tuerca en los compromisos de reducción de emisiones alcanzados hasta ahora, pues son insuficientes. Antes de 2018 se ha de materializar además el fondo de 100.000 millones acordado para compensar a los países en desarrollo. Nada de ello será posible si Trump actúa de la forma unilateral que hasta ahora le ha caracterizado.
El mundo consciente de este peligro contiene la respiración mientras emergen nuevos datos que corroboran la inminencia del desastre. Durante varios meses de 2016 la superficie de hielo marino del Ártico ha alcanzado un nuevo mínimo histórico, el mayor retroceso desde que se hacen mediciones. De seguir a este ritmo, en veinte o treinta años estará sin hielo la mayor parte del año. El Ártico se calienta además a un ritmo dos veces más rápido que el resto del planeta, lo que constituye a su vez en un factor de aceleración del cambio climático. Las consecuencias del deshielo en corrientes marinas y de aire provocan alteraciones climáticas y fenómenos extremos muy lejos de la zona helada.
Las alteraciones del cambio climático han causado desde 1980 pérdidas económicas por valor de más de 400.000 millones de euros, según la Agencia Europea del Medio Ambiente, y van en aumento. El mundo no puede permitirse que los acuerdos de París queden embarrancados por la retirada de Estados Unidos. No puede permitir que la ignorancia y el egoísmo comprometan algo tan vital para todos. Los demás países firmantes tienen que poner cuantos medios diplomáticos y de presión sean necesarios para evitarlo.
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