Carrie & Debbie
Tú también fuiste una estrella. Y si te hiciste un hueco fue gracias a tu ingenio, por eso es una lástima que no hayas podido ver la despedida de mamá
Querida Carrie, te has ido demasiado pronto, en serio. No solo porque 60 años no sea edad. Que le pregunten a los que pasan de los 100; nunca es buen momento cuando se trata de irse al otro barrio. Te has ido antes de tiempo porque en el juego de Hollywood no hay como tener la última frase. Y tú, la princesa Leia malgré tout, la lista de la familia, la niña de la realeza de Hollywood, merecías la parte del león. Pero nadie contó con Debbie. Ella era una estrella de las de antes, de las de verdad. Y ha hecho su salida como tal.
Las relaciones madre-hija suelen dar para mucho, y la vuestra lo dio: varios libros, un monólogo y una película. Como pusiste en la boca de Shirley MacLaine, tu madre en la ficción de Postales desde el filo, ser hija de Joan Crawford o de Lana Turner hubiera sido mucho peor.
Pero tú te despertabas en casa con mamá y al rato se convertía en Debbie Reynolds, solo con atravesar un inmenso vestidor atestado de vestidos de fiesta y estolas de piel. “Su armario era como un túnel de lavado para celebrities”. Así —siempre genial— lo clavaste en una entrevista en un programa de televisión.
Pero tú también fuiste una estrella. Y si te hiciste un hueco fue gracias a tu ingenio, por eso es una lástima que no hayas podido ver la despedida de mamá. Qué final para una guionista: muere mientras prepara el funeral de su hija. Hubiera sido un cierre para Postales (II) espectacular.
Ojalá hayáis podido comentarlo en el cielo de las estrellas, donde estéis, juntas por fin, las dos.
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