Tráfico restringido
El plan que limita el acceso al centro de Madrid debe ser evaluado con rigor
El espacio no es de goma y el urbano mucho menos. La experiencia demuestra que en las semanas que preceden y coinciden con las fiestas navideñas los centros comerciales de las grandes ciudades se saturan con facilidad. Madrid es un ejemplo paradigmático de ello. Si no se establecen restricciones en los accesos, la afluencia de coches acaba por dificultar y hasta impedir la movilidad. Intervenir para prevenir el colapso es más inteligente que lamentarlo. Desde este punto de vista, el plan de restricción del tráfico privado que el Ayuntamiento de Madrid ha empezado a aplicar en una amplia zona del centro de la ciudad merece ser apoyado.
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En principio la idea de disuadir a los ciudadanos de utilizar el coche privado para hacer sus compras en el centro y canalizar la movilidad hacia el transporte público es acertada. El objetivo es reducir la contaminación y facilitar un entorno más amigable para los peatones, pero la medida puede ser también una oportunidad para demostrar, como ha ocurrido en otras grandes urbes, que las limitaciones al tráfico privado, si están bien diseñadas, no dañan la actividad comercial. Por otra parte, las experiencias de uso peatonal de la Gran Vía realizadas hasta la fecha han sido claramente exitosas. Se trata de ver ahora si un plan de restricciones más amplio y prolongado en el tiempo —tres semanas completas, la del puente y las dos de Navidad, y todos los fines de semana hasta el 8 de enero— da o no buenos resultados.
Eso solo lo sabremos al final de la experiencia, que debe ser evaluada con todo el rigor. Porque la idea puede ser buena, pero habrá que ver si el operativo diseñado es el adecuado. En todo caso, el Ayuntamiento debe asegurarse de que el refuerzo del transporte público es suficiente para cubrir todas las necesidades. Solo así se evitará que la restricción se convierta en un castigo para todos: los que ocasionalmente van al centro y los que de todos modos deben moverse por la zona afectada.
En todo caso conviene ir haciéndose a la idea de que si queremos preservar el medio urbano y, lo que es más importante, la salud de sus habitantes, habrá que poner límites al transporte privado. Hay que buscar y alentar formas alternativas de movilidad que sean ecológica y socialmente sostenibles. No podemos seguir ignorando los problemas que se derivan de los altos niveles de contaminación que soporta la ciudad. Desde este punto de vista, la declaración firmada por Madrid, París y la ciudad de México, en la que se comprometen a prohibir la circulación de los vehículos diésel que más contaminan a partir de 2025, es un aviso para todos. Cada uno puede pensar que su contribución al daño colectivo es reducida, pero no debe olvidar que la suma de todas las aportaciones acaba siendo mortal para mucha gente.
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