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Oriol Bohigas

Así vive el hombre que modernizó Barcelona

El arquitecto y urbanista Oriol Bohigas, 90 años, fue el primero en mudarse al Barrio Gótico antes de la epidemia Airbnb. Hoy, su piso es un oasis

Daniel García López
El rey en su trono: Oriol Bohigas, en el sofá, con un cuadro de Giuseppe Santomaso al fondo.
El rey en su trono: Oriol Bohigas, en el sofá, con un cuadro de Giuseppe Santomaso al fondo.Simon Watson

Intentar que Oriol Bohigas (Barcelona, 1925) hable sobre su casa sin saltar instantáneamente a su gran pasión, el urbanismo, es misión casi imposible. Ni siquiera con una pregunta general como qué lugar ocupa la comodidad en una vivienda. “Antes hay que ver qué entendemos por comodidad, si por comodidad del espacio doméstico o por comodidad del espacio urbano. La reivindicación de esa confortabilidad, la urbana, es la lucha que viene después de aquella de los habitantes. Es un tema que me interesa mucho. Hay tantos alcaldes y tantos especuladores que han trastocado los límites urbanos, que ahora hay que rehacerlos entre todos”, dice con su conocido tono militante desde su espacioso piso principal, con vistas a la Plaza Real de Barcelona.

El arquitecto y su mujer, Beth Galí, se mudaron aquí antes de que el Barrio Gótico fuera el centro turístico que es hoy. “Oriol tuvo visión de futuro. Él se empeñó en que nos viniéramos a vivir al casco en un momento en el que no había nada. Antes vivíamos en Sarrià, en la parte alta. Pasamos de la parte más burguesa y tranquila a la más gamberra. Nuestros amigos nos decían que no íbamos a durar nada, pero mira, aquí llevamos 30 años”, explica Galí.

“Esta plaza forma parte de la operación urbanística de recuperación de un barrio antiguo en el siglo XIX”, explica el arquitecto refiriéndose al plan Cerdà: la operación que ensanchó Barcelona para ordenar su crecimiento y mejorar la salubridad de una población pasto de las epidemias. Un siglo después, fue Bohigas quien llevó a cabo la segunda gran transformación de la ciudad, dotándola de plazas y servicios en barrios pobres y abriéndola al mar.

"Hay tantos alcaldes y tantos especuladores que han trastocado los límites urbanos, que ahora hay que rehacerlos entre todos”

Galí, arquitecta y diseñadora –ganó el Premio FAD en 1984 y dirigió esa misma institución entre 2001 y 2009–, cuenta que el piso, que había sido una escuela, estaba destrozado. “Nosotros volvimos a la estructura antigua, quitamos tabiques y recuperamos la distribución en torno al patio”, dice. No pensaban inventar nada, pero actuaron con instrumentos modernos. Su punto de vista respecto al mobiliario es menos caprichoso que el de muchos de sus compañeros de profesión. “No queríamos que la casa pareciera un muestrario de muebles de firma”, dice ella, y por eso la selección tiene que ver, sobre todo, con su trayectoria vital. Igual que los cuadros, muchos de los muebles han sido diseñados por amigos y coetáneos como Miguel Milà o Josep Antoni Coderch.

La postura de Bohigas respecto al mueble de anticuario es particularmente reveladora: “Me parece más moderno tener una silla de Ikea que reivindicar cualquier estilo del siglo XX. Ikea ha logrado cambiar los interiores modernos. El arquitecto ya no tiene que valorar el mobiliario, y eso es un acontecimiento”. A diferencia de otros arquitectos, no hay trauma en su relación con la decoración. “Hubo unos años de la arquitectura moderna, los cincuenta y sesenta, en los que esta se definía por la espectacularidad del volumen. Entonces empezó a tratarse con más cariño el espacio interior, se convirtió en protagonista de la crítica arquitectónica”. Eso sí, en su opinión, “ha degenerado mucho. Antes había un grupo de decoradores inteligentes que hoy no existe. Ahora es una cosa como para niñas con educación de lujo”.

Tres décadas después de la mudanza, con la Plaza Real convertida en un precioso circo turístico, el bullicio se oye a través de las ventanas. El arquitecto sólo se queja de los “turistas de profesión”. “Acabarán quitándole el encanto turístico a la ciudad”. Esa es la lucha que le pasa a la siguiente generación.

La mesa donde trabajan Bohigas y su mujer, Beth Galí, está en un extremo del salón. En la pared, un mapa del París del Segundo Imperio, antes del plan Hausmann.
La mesa donde trabajan Bohigas y su mujer, Beth Galí, está en un extremo del salón. En la pared, un mapa del París del Segundo Imperio, antes del plan Hausmann.Simon Watson
Las ventanas del salón de la casa de Bohigas dan a la Plaza Real de Barcelona. Dentro, el suelo es de gres portugués y hay suficiente espacio como para algún icono del diseño, como la ‘chaise longue’ de Le Corbusier, al fondo.
Las ventanas del salón de la casa de Bohigas dan a la Plaza Real de Barcelona. Dentro, el suelo es de gres portugués y hay suficiente espacio como para algún icono del diseño, como la ‘chaise longue’ de Le Corbusier, al fondo.Simon Watson
Sobre una de las numerosas librerías de la casa, un cuadro de gran formato de Antoni Llena.
Sobre una de las numerosas librerías de la casa, un cuadro de gran formato de Antoni Llena.Simon Watson
La biblioteca, en cuyo techo hay una pintura de Pep Trujillo hecha con trozos cuadrados de tela. “Es amigo nuestro y cuando nos trasladamos nos lo regaló”, cuenta Galí. Los cuadros son de la colección de su abuelo, Francesc d’Assis Galí, profesor de pintura de Joan Miró.
La biblioteca, en cuyo techo hay una pintura de Pep Trujillo hecha con trozos cuadrados de tela. “Es amigo nuestro y cuando nos trasladamos nos lo regaló”, cuenta Galí. Los cuadros son de la colección de su abuelo, Francesc d’Assis Galí, profesor de pintura de Joan Miró.Simon Watson
El mobiliario clásico contemporáneo está dosificado. En la pared, chimenea de Coderch y, a la izquierda, bajo el ventilador, mesita de Alvar Aalto.
El mobiliario clásico contemporáneo está dosificado. En la pared, chimenea de Coderch y, a la izquierda, bajo el ventilador, mesita de Alvar Aalto.Simon Watson
El patio de la vivienda es lo primero que quisieron recuperar Oriol Bohigas y Beth Galí.
El patio de la vivienda es lo primero que quisieron recuperar Oriol Bohigas y Beth Galí.Daniel Alea
Una pequeña colección de dibujos de arquitectos: arriba, Niemeyer; en medio, Domenech Montaner, y abajo, en el centro, Aldo Rossi.
Una pequeña colección de dibujos de arquitectos: arriba, Niemeyer; en medio, Domenech Montaner, y abajo, en el centro, Aldo Rossi.Simon Watson

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Sobre la firma

Daniel García López
Es director de ICON, la revista masculina de EL PAÍS, e ICON Design, el suplemento de decoración, arte y arquitectura. Está especializado en cultura, moda y estilo de vida. Forma parte de EL PAÍS desde 2013. Antes, trabajó en Vanidad y Vanity Fair, y publicó en Elle, Marie Claire y El País Semanal. Es autor de la colección ‘Mitos de la moda’.

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