Fernando Redón abrió una puerta
Entrega de la Plomada de oro en 2015. @Parlamento de Navarra
El martes pasado falleció en Pamplona, a los 87 años, el más ilustre arquitecto local de la ciudad. Autor de obras como las Torres Huarte -que propiciaron el tercer ensanche de la ciudad- y de la más reciente reorganización de su casco antiguo, existe consenso entre los proyectistas navarros en que fue Fernando Redón quien abrió la puerta a la modernidad cambiando la fisonomía de Pamplona. Tres estudios profesionales locales -Carlos Pereda y Óscar Pérez, Patxi Mangado y Luis Tena- repasan la trayectoria del arquitecto desaparecido y lo recuerdan.
Para Carlos Pereda y Óscar Pérez, Fernando Redón: "aportó unas obras de arquitectura con mayúsculas en un momento de cambio en torno a la modernidad, que hoy en día mantienen intacta su brillantez de forma sobresaliente". Ambos destacan que su compromiso profesional fue también intachable "nos mejoró como colectivo y contribuyó a la cultura y patrimonio de Navarra".
Luis Tena concreta la aportación de Redón e algunas obras: "de la casa de Felipe Huarte en Pamplona de 1959 a la Clínica Ubarmin de 1968". Coincide con Patxi Mangado en que esa fase inicial, fue la más destacada de su larga trayectoria. Y ambos, Tena y Mangado, reivindican que "hay que poner en su justo lugar a Javier Guibert que fue coautor de la mayoría de esos proyectos y del que se separó profesionalmente en 1966". "La mano de Guibert está muy presente en su obra cumbre, el Club de de golf de Ulzama en el que se reconoce la huella del pabellón de España de Bruselas de su amigo Molezún, con el que Guibert mantenía estrecho contacto. El lugar de este edificio de Guibert y Redón en la historia de la arquitectura española del siglo XX debería de ser indiscutible", opina Tena.
Pereda y Pérez explican que conocieron primero la obra y luego a su autor. "Entonces las lecciones humanas y su abrumador conocimiento se fueron acumulando en cada encuentro desde su actitud amable y discreta. Realmente entendemos que ha sido y será siempre una figura admirable, un excepcional referente que no deberemos perder. Es más, entendemos no tiene el reconocimineto que por su trabajo le corresponde".
Por su parte, Tena se acercó a Redón a través de su profesor de proyectos Curro Inza: " las visitas a la casa de Redón, al Club de la Ulzama y a la Clínica Ubarmin formaban parte de las sesiones de trabajo".Tena recuerda que "un monográfico de Nueva Forma dedicado a su obra en 1974 lo situó en la élite del reducido grupo de arquitectos españoles que lo habían conseguido y el interés por su obra no hizo más que crecer en esos años".
Casa Huarte, 1958.
Para Patxi Mangado, Fernando Redón introdujo en Navarra la modernidad que había respirado durante sus años de estudio en Madrid " compartidos con los arquitectos más importantes de los años cincuenta, sesenta y setenta, muchos compañeros de carrera, con los cuales seguirá manteniendo una viva relación". Mangado describe esa modernidad "de tercera generación interesada en coexistir y establecer un diálogo con la arquitectura más popular y contextual". Considera que Redón fue "un arquitecto muy viajado y culto, procedente de una muy rica familia, que logró una síntesis entre lo que vio fuera -fundamentalmente en Europa y los países nórdicos- y lo local. Dominó muy bien los sistemas constructivos de la arquitectura popular y eso le permitió lograr una síntesis entre éstos y un lenguaje más abstracto".
Mangado se relacionó intensamente con Redón en los años ochenta cuando "más que como arquitecto ejercía de hombre renacentista dedicando su tiempo a dirigir de la Institución Príncipe de Viana, a publicar una enciclopedia sobre Navarra,a escribir libros sobre la fauna navarra, a redactar guías de toros o a pintar". Por entonces dio clase en Escuela de Arquitectura de Navarra "porque los profesores más jóvenes le animamos", explica Mangado. Él fue su ayudante. Al final de estos años, "es cuando se divorcia y se casa con su segunda mujer. Algo que en mi opinión cambia mucho su vida y su mundo. Algunos amigos de una sociedad rancia se distanciaron. Dejó la universidad tras esa pequeña experiencia académica, no sé si porque quiso o porque la universidad entonces no veía con buenos ojos un divorcio (bueno, tampoco lo ve ahora)".
Por eso Mangado quiere recordar "el día en que me encontré con él y su entonces “novia” tomando un vino debajo del estudio que él me había vendido y me dijo que “iban a hacer público lo suyo”, siendo él consciente de lo que eso significaba en la sociedad navarra. Recuerdo de él este día pues creo que fue al primero o a uno de los primeros al que se lo comunicó. Estaba muy contento de su “valentía”.
Casa Erroz de San Sebastián © Tesis de L.F. Fernández Salido.
Figura-puente
Para los tres arquitectos, Redón representaba la figura puente, el humanista que abre la puerta, "la persona que avanza por la vida acumulando un conocimiento profundo y polifacético pero enraizado desde su oficio de arquitecto". Pérez y Pereda consideran que por la deriva de la profesión esa figura se está extinguiendo: "Hoy el gusto por el conocimiento está moribundo y la contemporaneidad cae en la tentación de maravillarnos sólo con la presencia del presente, dejándose seducir sólo por las gratificaciones instantáneas y el consumo rápido".
También Mangado lo recuerda como un hombre global:"interesado por todo lo que le rodeaba, integrado en el “establishment” navarro por su procedencia familiar y por su valía. Sus edificios y su arquitectura son notables en un contexto regional pero lo que le ha hecho realmente conocido es su labor cultural y social de divulgación cultural. Ya muy mayor, era miembro de la Fundación Jorge Oteiza y Presidente del Consejo Social de la Universidad Pública". "Fue un bon vivant elegante y selecto al que le gustaba ser admirado y siempre cercano. "Apoyado por los poderes y la “Pamplona de toda la vida”, Mangado considera que fue también un “hombre renacentista”.
Tena quiere recordar a Redón como "un maestro cercano: sus lecciones son los edificios. Se podría establecer un cierto paralelismo con el papel de Federico Correa en la escena barcelonesa donde tienen la fortuna de poder seguir contando con su presencia física".
"Por desgracia, una parte del trabajo de Redón, el interiorismo, frágil materia, sus tiendas de los años 70, han ido desapareciendo, pero nos queda en la memoria y en los testimonios fotográficos la brillantez de sus propuestas: el estuco al fuego de las paredes blancas, combinado con los muebles de Saarinen de las oficinas de Salvat".
Tena propone terminar con una recomendación: en San Sebastián, en el cruce entre las Avenidas de Zumalacárregui y de Satrústegui, frente a la playa de Ondarreta, está la que para él es de las mejores obras de Fernando Redón, la Casa Erroz de 1966, "una intervención “contextual” en la que la chimenea actúa de bisagra entre avenidas. Un acierto discreto y elegante, como su autor".
Babelia
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