Pre-verdad
Las mentiras son vulgares, mientras que las excusas son sofisticadas
A estas alturas ya sabrán ustedes que el Diccionario Oxford ha elegido ‘post-verdad’ como palabra del año. Que la cosa contenga el prefijo ‘post’ nos debería dejar claro que este año ha sido una basura. Post es aquello que le colocamos a todo lo que no sabemos qué es exactamente o, peor todavía, a aquello que es tan poco importante que ni siquiera merece un nombre propio (esta norma se cumple con lo post-moderno y tiene su excepción con el post punk). De hecho, algún día inventarán una palabra que sustituya a 2016, y el recuento irá entonces más o menos así: 2014, 2015, ‘cardamomo’, 2017…
Una ‘post-verdad’ es una mentira con cosas, o sea, la mentira es una magdalena, la ‘post-verdad’ es un cupcake. Dijo Mark Twain que la falacia es la más universal de las debilidades humanas. Yo debo confesar que no me gustan las magdalenas (se me hacen bola) y mucho menos los cupcakes (se me vienen ganas de gasear gentes), y eso sucede porque soy más de la ‘pre-verdad’, que es lo que comúnmente se conoce como excusa, sin duda, el momento en el que la mente del ser humano brilla con todo su esplendor. Las mentiras son vulgares, mientras que las excusas son sofisticadas. Unas son The Beatles, las otras, los Kinks. Además, en la era de Trump, del Daily Mail y de la cobra de Bisbal, la mentira es mainstream. Si quieren hacerse los interesantes, cuando les pregunten su opinión sobre la mentira respondan que el primer disco era el bueno. Si quieren realmente ser guays, pongan una excusa para no contestar.
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