No sabe, no contesta
No sé qué pasa, los sondeos predicen un comportamiento, y luego no solo no se da, sino que lo diametralmente opuesto tiene lugar
Tengo una sensación muy confusa. Últimamente no se acierta en las encuestas. No sé qué pasa, los sondeos predicen un comportamiento, y luego no solo no se da, sino que lo diametralmente opuesto tiene lugar como la cosa más lógica del mundo. ¡Me cago en tal -dicen todos los expertos en ese momento (España, país de vino, aceite y expertos)-, pero si las encuestas decían otra cosa!
Lo que pasa es que las encuestas no son Sandro Rey o el parte del tiempo. Se supone que son preguntas hechas a una muestra representativa de población que contesta sin coacción. No deberían fallar. ¿Entonces, qué pasa aquí?
Puede que el encuestador manipule los resultados para que creamos algo que no sucederá, y dejemos pasar por la rendija de nuestra confiada puerta entornada lo que sí nos va a acontecer en la cara. No, qué tonterías digo.
Puede que el que contesta tenga una imagen de sí mismo que no se corresponde con sus actos. Que le importe más ser querido que honesto, y se vanaglorie de ideas y comportamientos que no le entrarían ni con faja. No, qué tonterías digo.
Puede que la propia muestra sea sesgada y no se corresponda con un intento de reproducir a escala una sociedad, sino servir de hilo de cobre desde la batería del que paga la encuesta hasta la bombilla que se enciende en la cabeza del que lee los resultados. No, qué tonterías digo.
Puede que nos tomen el pelo y luego no se responsabilicen de meternos ideas erróneas, tendenciosas y llenas de consecuencias en la cabeza. No, qué tonterías digo. ¡Pero si ha ganado Hillary!
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