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DOMUND 2016

“Puedo ser una hermana para mis hermanos”

Recientemente la sociedad española se sintió golpeada ante la noticia de cómo fue asesinada una joven religiosa misionera, Isa Sol

El padre Roca, misionero salesiano de 81 años, en Etiopía.
El padre Roca, misionero salesiano de 81 años, en Etiopía. Lola Hierro

La Jornada Mundial de las Misiones es un acontecimiento de carácter universal muy arraigado en la Iglesia católica y con resonancias en otros ámbitos sociales y culturales, al menos en Occidente. Es la celebración del DOMUND que evoca en unos casos a miles de misioneros y misioneras que, por vocación divina, lo han dejado todo y han "salido" a otros lugares a anunciar el Evangelio, siguiendo el ejemplo del Maestro; en otros un reconocimiento y una admiración hacia quienes han hecho del servicio y de la entrega a los demás la razón de su vida; hay personas a las que esta palabra es una invitación para a realizar gestos de solidaridad y caridad con la donación generosa de los bienes. Hay incluso quienes llegan a preguntarse, al oír esta palabra, "¿Por qué yo no?". En cualquiera de los casos esta Jornada goza de una gran simpatía entre los ciudadanos porque desvela que detrás hay gente que lo han dejado todo y se han marchado a la otra orilla para compartir con los demás y lo que son y lo que tienen.

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Recientemente la sociedad española se sintió golpeada ante la noticia de cómo fue asesinada una joven religiosa misionera, Isa Solé, cuando había tomado la opción de dejar su tierra para entregar su vida a hermanos más necesitados. A los tres años de llegar a Haití vivió la tragedia del terremoto. Entonces escribió: "Mi vida religiosa la siento, ahora más que nunca, como un regalo que no merezco, así como la vida que Dios me ha querido guardar, entiendo que mi misión en esta vida no es hacer y hacer, sino de ser y ser...porque por muchos proyectos, trabajos, planes que esté llevando adelante, al final lo más importante es lo que somos y no lo que hacemos. No creo que Dios me haya mantenido con vida solo para hacer algo... porque yo no puedo salvar nada ni a nadie pero puedo ser una hermana para mis hermanos. Y es lo único que ahora me importa". Ejemplos como este son los cerca de 13.000 españoles que repartidos por el mundo hacen de su vida un servicio a los más desprotegidos.

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La historia viene de lejos, sin necesidad de remontarnos al origen del Cristianismo. El 14 de abril de 1926 el Papa Pío XI estableció que el penúltimo domingo de octubre fuera una jornada mundial para fortalecer la conciencia de la universalidad de la fe y del amor. Son 90 años de existencia en los que en más de 140 países del mundo se celebra esta Jornada que en palabras de Juan "constituye un prioritario y urgente reto para la Iglesia tanto por su origen como por su finalidad", y Francisco la considera como la "viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia".

Este año 2016 la cita será el domingo, 23 de de octubre. Para promover esta Jornada la Iglesia se sirve de un instrumento privilegiado que son las Obras Misionales Pontificias. Este organismo eclesial, dependiente de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, tiene como misión: ordenar, dirigir y acompañar la actividad misionera de la Iglesia en el mundo. Desde el año 1963 cada año los Papa entregan una Mensaje para facilitar la comunión eclesial, respetando la diversidad de cada pueblo y cultura. Este año el Mensaje del Papa Francisco lleva como título "Iglesia misionera, testigo de misericordia". En España, los responsables de la organización de esta Jornada, han propuesto el lema Sal de tu tierra parafraseando la expresión repetida de Francisco que desea una Iglesia "en salida", a la que se refiere con frecuencia el texto.

Pero los verdaderos protagonistas de la Jornada son los misioneros y misioneras que han sido enviados a los llamados Territorios de misión, en la actualidad es el 38% de las circunscripciones eclesiales de la Iglesia católica. Son en verdad ámbitos jurídicos-geográficos, pero a ellos se suman otros no menos necesitados de la actividad misonera de la Iglesia que Juan Pablo II llamaba ámbitos sociales y culturales y Francisco los reconoce como periferias existenciales. Sea cual fuere su denominación son espacios de la humanidad donde sufre y carece de lo necesario para alcanzar su dignidad. Allí los misioneros son ejemplo de entrega y solidaridad. Sirva de ejemplo este testimonio de un joven laico misionero que está en la República Dominicana "En un año donde los conflictos en Siria, en la frontera colombo-venezolana y en México-Estados Unidos, nos han mostrado el sufrimiento de los refugiados, desplazados y repatriados, yo quería mostrarles la realidad de miles de personas en la frontera dominico-haitiana que se concentran en campos de refugiados esperando una respuesta que nunca llega. Como misioneros, debemos salir a un encuentro cargado de humanidad con nuestros hermanos que más sufren, y fomentar una cultura de acogida y de respeto que impregne a toda la sociedad para alcanzar relaciones equitativas y justas con cada persona, con independencia de su origen social, étnico o nacional".

Para completar el cuadro de la misión es necesaria la complicidad de los voluntarios que deseen implicarse en esta corriente de solidaridad con aquellos proyectos de promoción y desarrollo que promueve la Iglesia católica a través de sus misioneros. Movidos por un profunda motivación evangelizadora, ellos hacen esta opción desde su carácter de voluntarios, sin otra compensación que la acogida de quienes les reciben y el apoyo afectivo y efectivo de quienes les envían. Ellos no reclaman nada para sí mismos, son instrumentos para hacer llegar a los más pobres lo que reciben de quienes viven la experiencia de la donación gratuita. En una sociedad encerrada en sí misma el testimonio de una misionera española en Madagascar pueda servir de "despertador": Así lo expresaba una nuestra misionera en Madagascar: "Siendo joven sentí la necesidad de pasar mi vida al servicio de los demás, amando como yo me sentía amada; de modo que lo que me tocara vivir fuese expresión de ese amor de Dios, sobre todo hacia los más pobres. Pero un día aprendí de ellos la belleza de la donación: Un día María me pidió azúcar; un poco sorprendida le dije: "Hace solo unos días que recibiste azúcar ¿Qué hiciste con ella?" Me contestó un tanto molesta por mi reacción: "Una madre sola, con cuatro hijos, me pidió un poco porque no tenía, y la compartí. Es lo que dice Jesús ¿no?: Amar al prójimo como a sí mismo".

Las sencillas huellas de un cartel muestran que vale la pena salir de nuestro egoísmo para ir al encuentro del otro. Este es el mensaje del DOMUND 2016 que se celebrará el próximo 23 de octubre.

Anastasio Gil García es Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias en España

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