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Tentaciones

La historia negra de la delincuencia española

El libro 'Fuera de la ley' retrata a los protagonista de la crónica policial de principios del siglo XX en España. Un ecosistema en el que anarquistas, ladrones de guante blanco, bandoleros y navajeros campaban a sus anchas

Sergio C. Fanjul
Una timba de cartas retratada en una de las imágenes del libro.
Una timba de cartas retratada en una de las imágenes del libro.

Era una España de amenazantes callejuelas, oscuras y sucias, con personas durmiendo por las esquinas, a la salida de los más terribles tugurios y cabarets. Por el Barrio Chino de Barcelona o en los barrios bajos de Madrid pululaban los golfos y los golfillos, los apaches, atracadores, ladrones y timadores de baja estofa, gente de navaja fácil, un mundo del hampa de gorra y chaleco que no tiene nada que envidiar a la crónica negra que ha difundido el cine estadounidense.

El libro Fuera de la ley. Hampa, anarquistas, bandoleros y apaches (La Felguera Editores) trata de recrear a través de un collage de hemeroteca y con un espíritu casi enciclopédico lo que fueron los bajos fondos en este país entre 1900 y 1923. Una etapa violenta y sórdida que recuerda en ciertos momentos al ambiente de la serie Peaky blinders, de la BBC, sobre los gánsteres de Birmingham durante la Primera Guerra Mundial.

Era época de desorientación y de gran desigualdad, tras la pérdida de las últimas colonias españolas en 1898 y el regreso de los soldados de Cuba y Filipinas (muchos de los cuales, sin futuro, pasaron a engrosar las filas de la delincuencia), que regresaron a un continente azotado por los continuos atentados anarquistas y una profunda conflictividad social (y hasta una Guerra Mundial, la primera). Proliferaron entonces los estudios sociológicos dedicados a comprender los bajos fondos (de las ciudades y de las almas) y la crónica negra. De fragmentos de estas obras (o de libros de Pío Baroja, entre otros) se vale este volumen para dar cuenta de las diferentes tribus que transitaban los subterráneos de la sociedad.

Ficha policial de un delincuente de la época.
Ficha policial de un delincuente de la época.

Los golfos y los golfillos, expulsados de cualquier clase social y obligados a vivir en la cuerda floja. Los trogloditas que vivían en cuevas en los alrededores de la ciudad de Madrid. Las ratas de hotel que robaban en las habitaciones de los mismos. Los enterradores que timaban a través de un supuesto tesoro enterrado. Los espadistas, capaces de violar cualquier cerradura para hacerse con lo ajeno. O los apaches, pandillas de gentes de mal vivir, inspiradas en la vida parisina, que tenían el cuerpo cubierto de tatuajes, muchas veces pornográficos.

El Sherlock Holmes español

Les perseguían policías, a veces eficaces como Ramón Fernández-Luna, apodado “el Sherlock Holmes español”, que logró atrapar a Eduardo Arcos Puch, el ladrón que sirvió de inspiración para el archivillano, ladrón y sádico sociópata, de las novelas francesas Fantômas. Arcos Puch, nacido en Nueva York en 1883 de padres mallorquines, era un todo un gentleman criminal: elegante, guapo y bien educado, sabía varios idiomas e interpretaba varios papeles para cometer sus fechorías. Para sus robos se embutía en una malla de seda negra y se cubría el rostro con una capucha, con el fin de camuflarse y también aterrorizar a la víctima.

“Es un retrato de una época de España que hoy contemplamos con perplejidad y confusión. Lo que presenciamos, todo eso que seguramente sentirá el lector al leer las noticias, artículos, proclamas, ensayos y ver las fotografías glaciares de las fichas policiales y las historias que aquí se recogen será perplejidad. Sin embargo… sucedió aquí”, escriben los editores en el prólogo. El libro incluye una amplia selección de las mencionadas fichas policiales, donde los maleantes aparecen de frente y de perfil, y son clarificados en estos términos: “carterista”, “asesino”, “agresivo”, “de mucho cuidado”, “declarado en rebeldía”.

Un bandolero capturado.
Un bandolero capturado.

Por ejemplo en el caso de Ceferino Ferrer, El marinero, nacido en 1819 en Madrid: “Ladrón muy afamado. Es de mucho cuidado. Calumniador, díscolo y matón. Datos diversos: “Tiene por costumbre hacer denuncias falsas contra la policía y funcionarios de prisiones para hacerse el valiente, y en el momento que se le castiga dice que se vengan por haberles denunciado. Es una muletilla que usa siempre”.

También incluyen las fichas diferentes datos antropométricos, pues era el tiempo de auge de las teorías del criminólogo italiano César Lombroso, que relacionaba la delincuencia con la fisionomía, la forma y el tamaño del cráneo, las cejas o las orejas. Por decirlo vulgarmente: que aquel que tenía cara de malo (según los cánones de Lombroso), era malo, ideas peligrosas que ya han sido sobradamente refutadas por la ciencia.

Capítulo aparte merecen los anarquistas, que si bien también fueron partidarios de la violencia, sus motivos no eran el lucro o la supervivencia sino la consecución de la Revolución Social. En aquella etapa histórica murieron asesinados por anarquistas diferentes presidentes como Antonio Cánovas del Castillo (asesinado por el italiano Angiolillo en un balneario de San Sebastián, en 1897) o José Canalejas (tiroteado por la espalda cuando miraba el escaparate de un librería en la Puerta del Sol, en 1912, su asesino fue Manuel Pardiñas). Mateo Morral atentó contra Alfonso XIII tirando un ramo de flores con una bomba desde un piso de la calle Mayor, el día de su boda, en 1906.

Un local nocturno de la época.
Un local nocturno de la época.

Además, transcurrió entonces la fundación de la CNT, la heroica huelga de La Canadiense o la guerra en las calles de Barcelona entre anarcosindicalistas (con sus pistolas Star y sus bombas Orsini) y los pistoleros de la patronal. Guerra que, por cierto, también recogen otros libros recientes como la novela Apóstoles y asesinos (Galaxia Gutemberg) de Antonio Soler, que ficciona la vida del líder anarquista Salvador Seguí, el Noi del Sucre, o Que sean fuego las estrellas (Crítica), de Paco Ignacio Taibo II, una crónica de aquella sucesión de episodios de violencia callejera.

Como colofón, el volumen incluye un breve diccionario del lenguaje de la delincuencia de la época (que se solapa con el caló gitano con frecuencia) y del que todavía usamos bastantes palabras: afanar, birlar, chinorri, chorizo, descuidero, jamba, mangar, nasti o parné.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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