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MIRADOR
Columna
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Fantasmas

Es posible que todo sea cuestión de desinformación, de ese modo superficial y pobretón con que se transmiten las novedades en el mundo hipercomunicado

David Trueba

Si hoy es martes, es un buen día para sentirse ofendido por lo que piensan o dicen los demás. Nos hemos acostumbrado a que el humor sea otro animal doméstico. Y como no nos gusta que nuestro perro nos ladre o nuestro gato nos arañe, tampoco queremos que el humor nos incomode. Queremos personas que sean mascotas sumisas en nuestro regazo. El cabreo generalizado porque la revista gráfica Charlie Hebdo haya dedicado dos viñetas humorísticas al último terremoto que asoló el centro de Italia y al niño Aylan muerto en las playas del exilio de los refugiados sirios puede deberse a este síndrome. Aunque también es posible que todo sea cuestión de desinformación, de ese modo superficial y pobretón con que se transmiten las novedades en el mundo hipercomunicado. No conviene que la sensibilidad emocional apague el espíritu crítico. Esto es algo a lo que recurre en muchas ocasiones quien no quiere que pienses. Pasa en el cine, en el deporte, en la política y en la guerra. Te voy a emocionar, pero a cambio me tienes que prometer que no vas a pensar.

La primera de las viñetas presenta a las víctimas italianas del nuevo terremoto como platos típicos de su cocina. En especial ha dolido el de la lasaña dibujada a partir de los edificios derruidos con sus víctimas aplastadas. A nadie le agrada un chiste sobre personas que han fallecido sin la menor culpa. Pero la viñeta no hace mofa de ellas, sino que apunta con tino a la responsabilidad de un país. En repetidas ocasiones, la mala construcción, la falta de previsión, el abandono de sus infraestructuras se ha cobrado la vida de muchas personas. Como ha demostrado la trama Mafia Capital, el dinero para los servicios sociales y la protección ciudadana se está desviando hacia el crimen organizado. Así que el chiste no iba dirigido contra las víctimas, sino contra los culpables, siempre guarecidos bajo el paño del luto nacional, de la conmoción trágica, del accidente inevitable.

El humor tosco de la revista torpedeaba la pena impostada por el niño Aylan. Atreverse a señalarlo como un futuro acosador de mujeres o como un terrorista señala directo hacia el duro corazón de quienes sabotean cualquier atisbo de humanitarismo promovido por la Unión Europea. Era un golpe directo y brutal a nuestra doble moral repugnante que está regando de votos a los Trump, Le Pen, Kaczynski, Zeman, Orban, Farage y demás líderes del nuevo nacionalismo que fabrica fantasmas a la medida de nuestro terror. El miedo provoca la desaparición de la piedad. Esos chistes golpean donde más duele. Como debe ser.

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