El gran morbo de ver a un famoso en pijama
Tras el éxito de ‘Las Campos’ llega Ana Obregón. El fenómeno Kardashian continúa
La Fábrica de la Tele y Telecinco se han apuntado un tanto este verano con la emisión en dos entregas de un docureality titulado Las Campos. Las audiencias han acompañado el experimento con más de dos millones de espectadores cada día. Ver en pijama desayunando a María Teresa Campos o a su hija Terelu luchando por no comer han enganchado al público tanto que la cadena se plantea prorrogar e incluso llamar a la puerta de otros famosos. Pero hay más proyectos en marcha.
El éxito del programa de Bertín Osborne En tu casa o en la mía el día que visitó a Ana Obregón terminó de convencer a los directivos del canal DKiss de que la mediática actriz y presentadora era una buena candidata para protagonizar un espacio de este tipo. La nueva emisora de la TDT ha fichado a Obregón y ha comenzado a grabar. La próxima semana será la presentación oficial. DKiss no aporta más detalles, solo que seguirá la estela de realities como el de las Kardashian.
Hasta el éxito de Las Campos solo Alaska y Mario Vaquerizo se habían aventurado con éxito a abrir las puertas de sus casa. La pareja grabó cuatro temporadas sobre su vida. Comenzaron a rodar cuando estaban preparando su boda civil en el año 2011 y han mostrado a la audiencia desde cómo preparan un concierto hasta cómo se divierten en sus días de fiesta con sus amigos. En un principio se iba a limitar a ocho capítulos, pero su éxito ha hecho que la productora quiera continuar con el proyecto. La última temporada se emitirá este septiembre en el canal MTV.
“Se está dando la vuelta a la fama. Antes se llevaban a un personaje conocido a una isla, ahora se opta por entrar en su intimidad, por observar por la mirilla de su casa”, dice Concepción Cascajosa, profesora de Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III. “Este formato no es nuevo pero en España hasta ahora no se había desarrollado hasta Alaska y Mario”, añade.
La televisión española no ha inventado nada al subirse al éxito de esta vuelta de tuerca al reality clásico. De hecho, ha tardado años en importarlo de EE UU. Allí incluso hay canales como E! dedicados a ellos. En 2002, la conejita de Playboy Anna Nicole Smith fue una de las primeras en dejar entrar a las cámaras literalmente hasta la cocina para contar su dramática existencia. Ese año, el líder del grupo heavy Black Sabbath, Ozzy Osbourne, repetía la jugada con The Osbournes, que hizo de su esposa y su hija iconos más presentes en televisión que el excéntrico patriarca. Aquel éxito del famoseo friki hizo a los programadores insaciables.
Desde entonces muchos han probado suerte con irregular éxito. Todos compartían dos cualidades: tenían una fastuosa mansión y una fama marchita. Fernando Lamas, la mujer de Clint Eastwood, Paris Hilton, Lindsay Lohan, Hulk Hogan o Gene Simmons fueron efímeras estrellas de reality.
Pero nadie le sacó tanto partido como la familia Kardashian, que convirtió el género en un modo de vida. Las Kardashian pronto se convirtieron en una gran factoría y cualquier cosa que hiciera un miembro del clan era buena excusa para hacer un nuevo programa. Si Khloe se casaba con Lamar Odom: programa. Si Kim y Kourtney se mudaban a Miami: programa. Y si el padrastro Bruce Jenner se convertía en mujer: se grababa.
El reality de famosos es una realidad mejorada. El drama es un drama de culebrón y todas las tramas encajan con el argumento. Su montaje y guion está mucho más medido que en el reality más clásico y utiliza los elementos de la ficción para enganchar al espectador: hilo argumental, personajes secundarios y finales que dejan pegados a la tele.
El género ha tenido incluso parodias como el muy digno My life on the D-List sobre la vida de la humorista Kathy Griffin o la serie The Comeback, sobre una actriz venida a menos interpretada por Lisa Kudrow. Pero a veces no es cosa de risa. Anna Nicole Smith se suicidó cuatro años después de su reality. Hoy su programa parece un grito de atención desesperado sobre la necesidad de estos personajes de mantener su fama a cualquier precio. Un cruel teatro de lo real.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.