Arquitectura que abre los ojos 4-Manolo Gallego: ”La arquitectura no tenía que ser como lo que me rodeaba”.
Casa para el presidente de la Xunta de Galicia
A Manolo Gallego (1936) no le resulta fácil de precisar qué le abrió los ojos como arquitecto porque le ha pasado varias veces. “Creo que todas las obras que me impresionan, es decir, que verdaderamente me gustan, me enseñan algo. De todas aprendo”.
Haciendo memoria, recuerdo que en mi primer curso de proyectos, una vez al salir de clase, Sota, que era nuestro profesor, me pregunto si quería ir a ver una obra que estaba haciendo. Nos lo dijo a tres alumnos, su coche era un dos caballos.
La obra era una vivienda unifamiliar en Pozuelo, con un programa parecido al ejercicio que estamos haciendo en clase en ese momento. A pesar del tiempo pasado tengo grabado con mucha precisión lo que fue para mí la visita. Comprendí que la arquitectura no tenia por qué ser como la que me rodeaba. La implantación en el solar, su distribución, sus materiales podrían ser otra cosa. Descubrí que su construcción, siendo lógica, podía ser también emocionante. En todo cabía la imaginación. Literalmente me abrió los ojos.
Durante años no supe nada del edificio, lo localicé muchos años después. Entonces estudie sus planos pero no pude visitarlo. Creo que da lo mismo porque ese momento lo recordé muchas veces y en la memoria lo puedo hacer sin interferencias posteriores.
Gallego tiene otro recuerdo imborrable, posterior. “Ya era arquitecto, creo que fue a principios de los años 70 en un viaje que hice para conocer parte de la obra de Le Corbusier. Recuerdo la luz de un atardecer de otoño en Ronchamp. Acababan de llegar unos peregrinos y cantaban en coro, iba con mi mujer. Me quedé impresionado. Otra vez me volvía a sobrepasar lo conocido, tenia los planos, los había estudiado, pero a pesar de eso me sorprendió, comprendí que en ellos, en el dibujo, cabía mucho más, un espacio mucho más rico: la libertad formal, la luz, su implantación en el paisaje, todo fue mágico. Me di cuenta de lo que era la creación de un ambiente y algo que no me habían dicho, el poder de una gran escenografía; tema menos racional pero muy emocionante. La experiencia de esa visita fue que al sentir el edificio me pareció que lo entendía todo. Me sentí más libre”.
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