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Tribuna
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Políticas de Estado

Hay estrategias que no pueden dejar de adoptarse independientemente de quien gobierne

Jorge M. Reverte
Un niño afgano lleva en brazos a su hermano en los alrededores del antiguo aeropuerto de Atenas.
Un niño afgano lleva en brazos a su hermano en los alrededores del antiguo aeropuerto de Atenas.YANNIS KOLESIDIS (EFE)

Pase lo que pase con la política española los próximos “decisivos” días, cualquier camino que se inicie, o cualquier bloqueo que prosiga, tienen que dar origen a una nueva forma de hacer política, que significa hacer de cualquier decisión que tenga trascendencia un ejemplo de política de Estado. En cierta manera, aunque no tenga los tintes dramáticos que el nombre designa, nos vamos a encontrar frente a un Estado de excepción.

Desde luego, ante Europa. España tiene un compromiso ineludible de reducir su déficit de manera muy considerable. No estamos en la situación griega, ni portuguesa, pero nos acercamos de manera muy peligrosa a que Europa nos saque una tarjeta amarilla que sea el preludio de una multa de la que este año nos hemos librado por la campana, y que empeoraría el déficit. Gobierne quien gobierne, va a tener que llegar a algún acuerdo con el resto de fuerzas políticas que garantice el apoyo a las políticas concretas que aseguran que esas cifras de déficit se cumplen.

En cuanto a los números, hay un frente interior que es obligatorio abordar de inmediato: las pensiones. El gobierno actual, que está “en funciones” pero en todas las funciones, ha seguido echando mano de la hucha de la Seguridad Social, cuya construcción se debe a un pacto de Estado, el Pacto de Toledo. El uso excesivo del Fondo de Reserva no es ilícito porque está para eso. Pero lo que no parece decente es que no se aborde un problema que es de ingresos. Si se convierte en un problema de gasto, el asunto puede llevarse al sistema por delante. Gastamos, como es lógico, cada vez más en pensiones, y no hemos construido la fórmula que resuelva cómo conseguir los recursos necesarios para pagar a las clases pasivas. Este problema no permite, es más, está claramente enfrentado a la idea mezquina de hacer politiqueo con ello. Las pensiones, gobierne quien gobierne, hay que dotarlas de mecanismos fiables. Eso se llama política de Estado.

Y vamos a un tercer aspecto de la política que exige acuerdo, gobierne quien gobierne. La política internacional, que tiene algunos polos que exigen el acuerdo fuera o dentro del parlamento. Venezuela y Turquía son ejemplos muy claros de la beligerancia que debe tener nuestro país en la política exterior. Es preciso que España sea flexible en muchas cosas, pero nuestra política debe ser inflexible cuando estén en juego los Derechos Humanos y la democracia. En Venezuela tenemos un reto de primera división, y no nos podemos esconder detrás de Europa, porque allí tenemos que estar delante. En Turquía, porque somos europeos. Volvemos a lo mismo: gobierne quien gobierne se debe hacer una política exterior que sea de Estado en estos puntos.

Cuba ha pasado repentinamente de ser un problema a parecer algo que no tiene ninguna trascendencia. Nada más incierto. Es verdad que el régimen autoritario de los Castro se está desmoronando. Pero es igual de verdad que la libertad del pueblo cubano, de quienes habitan la isla, no está todavía garantizada, y sobre las cabezas de los cubanos penden todavía los riesgos monumentales, como lo es el de la futura descomposición del Partido Comunista, que intentará hasta el final dejar una herencia asegurada a su nomenclatura y a su simple militancia. No es el único de los riesgos de Cuba, pero sí el principal, en un país que se enfrenta maniatado a la previsible invasión del capital norteamericano. La isla dejó de ser la propiedad privada y compartida de Fulgencio Batista y de la mafia en 1959. Hay actores de sobra en Estados Unidos y en la propia Cuba que estarían interesados que se repita la historia. España puede ayudar al pueblo cubano a evitar eso con su experiencia, pero también con su conocimiento en algunos sectores productivos. El turismo es el ejemplo inmediato, pero no el único. Vendamos a Cuba todo lo que podamos menos corrupción.

Estamos lejos en kilómetros del centro del problema de los refugiados sirios y afganos. Pero tan cerca como los griegos de los que se ahogan en el Mediterráneo. España se ha comprometido a hacerse cargo de una cantidad exigua de migrantes. Y está por ver que cumpla el compromiso. Que eso no sea un problema sino una política justa es también política de Estado.

Urge aplicar políticas de Estado. Gobierne quien gobierne.

Jorge M. Reverte es escritor y periodista.

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