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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Pequeña preocupación estética

Affleck tiene que venir a España a operarse, donde hay estilo, experiencia y en este momento buenas ofertas

Ben Affleck en el estreno de 'Escuadrón Suicida' en Londres.
Ben Affleck en el estreno de 'Escuadrón Suicida' en Londres.Cordon press
Boris Izaguirre

Estoy casi más preocupado por la operación estética de Ben Affleck que por la fecha del debate de investidura. Creo que no va a resultar bien. En política no hay nada fácil, en una operación estética masculina, tampoco. Al parecer, la barba contribuye a esa dificultad porque es como una segunda piel. Cuando estiras, el vello facial es como una posidonia (ese alga que crece en Baleares y le da ese color tan especial al mar) que entorpece la acción del bisturí. Por ello, a los caballeros los tensan más por los pómulos que por el lateral. Es sorprendente porque, generalmente, a los varones-varones, como Affleck o Matt McConaughey, no siempre les queda bien: la barba no coopera.

La testosterona tampoco colabora, como Rajoy que ninguneó el ofertón de Rivera pero terminó aceptándolo. ¿Estuvo bien pensárselo tanto, Mariano? Más vale pájaro en mano que ciento volando. Ahora bien, no hay que gritar catástrofe porque eso es de pésima educación y falta de deportividad ante una mala operación. Porque lo que puede salvar eso es otra intervención más adelante. Yo, como todo el mundo estos días, apelo al patriotismo y le digo a Affleck que tiene que venir a España a operarse, donde hay estilo, experiencia y en este momento buenas ofertas.

Era niño cuando Elvis Presley, a sus cuarenta años, dio un buen estirón. Elvis nunca se recuperó del abandono de Priscilla por su entrenador de kárate, de hecho en sus últimas actuaciones podía estar 15 minutos haciendo confusos movimientos marciales mientras su orquesta seguía y seguía tocando. En tal estado se convenció en la década de los setenta que tenía que estirarse para recuperar su imagen de los años cincuenta, uno de los errores más comunes a la hora de cambiarte el rostro. Hay que aprender que la cirugía no te va a hacer joven sino que va a aportar el rostro que tendrás hasta la próxima cirugía.

El hombre es difícil de educar. También se nota que el Marqués de Griñón podría haberse sometido a una intervención. Como la ha hecho en España, ha salido mejor parado que Affleck. Aparte de aristócrata, es una persona más prudente que el astro hollywoodense. Cada vez compruebo más que los tratamientos e intervenciones estéticas funcionan mejor en la gente con más sentido del humor. A algunos les ocurre eso que Bibiana Fernández explicó: “La cirugía plástica puede sacar a relucir la persona que realmente eres”.

Los Juegos Olímpicos de Río intentaron ser un lifting para Brasil y al final han sido una revalidación para EE UU como potencia olímpica y televisiva. La NBC, encargada de retransmitir los Juegos en el país campeón, jamás coloca sus cámaras delante de deportistas de otras delegaciones, las entregas de medallas solo existen en el momento que los atletas estadunidenses reciben su oro y crees que el único himno que existe en el mundo es el suyo. Tanto es el protagonismo de los americanos, que una mala borrachera de sus nadadores, que hicieran pasar por asalto, puede convertirse en una crisis internacional. Río es muy inseguro. Pero un atleta olímpico convertido en estrella, también. Y quizás más. Sino miren cómo Bruce Jenner terminó siendo Caitlyn.

La NBC ha convertido los Juegos en un reality como la vida de las Campos en Tele 5. Todos los atletas tienen una historia personal intensa, que a los realities es lo mismo que sangre para los vampiros. En cada disciplina, todos aportan su historia repleta de sufrimientos, padres alcoholizados, madres maltratadoras, paso por las drogas, vida en las calles. ¡No sabes qué hace llorar más, lo que se cuenta del atleta o su triunfo olímpico! Mi primer ídolo olímpico, Nadia Comanecci, tuvo una historia personal aparte de sus triunfos olímpicos, presuntamente obligada a ser "novia" del hijo del dictador Ceacescu y luego escapar a pie de Rumanía. No podíamos imaginar nada de eso cuando, de niños, la veíamos, niña también, dar vueltas y vueltas en las pruebas de gimnasia. Nadia se dio una vuelta por Caracas y fui a entregarle un oso de peluche en nombre de mi colegio. Decían que los amaba. Fui emocionado y ella recogió el peluche sin verlo, pasándoselo a una persona con olor a ensalada de patatas. En su biografía contó que esos regalos eran incinerados u olvidados en hoteles. Siempre que la veo pienso: "Nadia, devuélveme mi oso de peluche". En estos Juegos Olímpicos, que ya me pillan mayor, me tranquiliza verla en las gradas, convertida en una mujer rica, con un leve gesto de horror marcado en su rostro, la huella de todo lo que le costó ser niña prodigio y campeona olímpica pero con su toquecito de bótox bien administrado en los Estados Unidos. Por un momento entendí a Ben Affleck.

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