Como en casita de uno
Ponerse crema con protección solar en la arena y acabar como una croqueta del StreetXo
Todo el año esperando este momento, y, cuando llega, qué decepción. Al final va a resultar que en casa no estábamos tan mal. Estas son las cosas que nos hacen añorar nuestra vida, anodina pero sin mosquitos.
Llegar con la lengua fuera al aeropuerto y confirmar que lo que lees en los periódicos es verdad. Tu vuelo tiene dos horas de retraso. Para empezar.
Pasar el control de seguridad. Tener que quitarte hasta los aros del sujetador.
Ya en el avión, los alaridos de los críos (ajenos).
Llegar a la casa que alquilaste por Internet y ver que en la foto faltaba la carretera con tráfico nivel autovía. Bien.
Obras en la casa de al lado, especialmente a la hora de la siesta y/o temprano por la mañana. Un plus.
Los cercos de sudor.
Las aceitunas recicladas de cliente en cliente.
Los quads.
Críos que se empeñan en pedir entrecot en el restaurante. Les recuerdas que en casa siempre se les hace bola. Pues no.
Críos en pie a las tres de la mañana (y dando guerra). Creerán que soy una especie de Herodes, y tendrán razón.
Clavarte en la planta del pie las aristas de un pedrolo al entrar en el mar, por empeñarte en no llevar cangrejeras.
Las cangrejeras.
Ponerse crema con protección solar en la arena y acabar como una croqueta del StreetXo.
Los que pegan gritos en la sombrilla de al lado.
Guiris y foráneos sin camiseta en la cola de la carnicería.
Las picaduras de mosquito, incluso sin Zika.
La vuelta a casa con tres kilos de más y un capitalito de menos, para encontrarte con que te han desvalijado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.