El ‘corralito subsidiado’ de la señora Fernández
La expresidenta argentina quizá no se merezca un Nobel de Economía, pero sí un Oscar a los mejores efectos especiales
Cristina Fernández, presidenta de Argentina durante ocho años, concedió recientemente una entrevista al canal de televisión C5N. De sus respuestas se desprende que esa especie de políticos (una mayoría) que nunca reconocen un error, que se ven como grandes estadistas a pesar de que su ejecutoria ha sido pésima y que consideran que los ciudadanos quedan convencidos por sus argumentos megalomaniacos, no está en peligro de extinción; se multiplica sin cortapisas. Entre las respuestas de Cristina, exesposa del fallecido Néstor Kirchner destaca una afirmación radiante, la punta del iceberg del autoengaño de la expresidenta: “Más que perseguirnos judicialmente [por numerosos casos de corrupción, como venta ilegal de dólares a futuro], deberían darnos un premio Nobel de Economía: desendeudamos al país, pagamos la deuda que otros contrajeron [¿no es lo mismo?], terminamos obras de infraestructura e hicimos el plan de obras públicas más importante del que se tenga memoria”.
Bien, supongamos que no se trata de una locución retórica parecida a la expresión “¡tengo ganado el cielo!”. Los precedentes psicológicos de Cristina Fernández indican que cree —de sí misma y de su gobierno, con el inefable Axel Kicillof en primera línea— lo del Nobel de Economía y mucho más. Los siguientes argumentos ayudarán sin duda a la Academia sueca a conceder a la señora Fernández (y a Kicillof, ex aequo) un galardón que se merecen tanto o más que los más reputados economistas del siglo:
1. Cristina y sus ministros convirtieron Argentina en un corralito subsidiado. Para ser justos, no lo crearon ellos, pero lo que recibieron lo magnificaron y agravaron hasta el delirio; prácticamente todos los mercados energéticos recibían ayudas o subvenciones públicas para abaratar el producto final, mantener el espejismo de una sociedad autosuficiente y capturar el voto. El PP es un partido muy profesional en las labores de maquillaje y decorado; pero al lado de los gobiernos de Fernández son simples aficionados. El Nobel de Economía quizá no se merezcan, pero el Oscar a los mejores efectos especiales sí. 2. Cuando el corralito de los subsidios no dio más de sí, Cristina y el doctor Kicillof buscaron una solución genial: expropiaron YPF, la filial argentina de Repsol. No se conocen casos de Gobiernos que hayan confundido el derecho a sus recursos naturales —en este caso el petróleo de Vaca Muerta— con activos propiedad de una empresa extranjera a la que tanto ella como su fallecido marido acosaron para que entrara en el capital de YPF.
3. Los mismos protagonistas se las apañaron para envilecer y desprestigiar las estadísticas oficiales. No se conocen instituciones mundiales de fuste que confiaran en los datos facilitados por el INDEC. Nadie conoció jamás en los años de Fernández como presidenta cuáles eran las tasas reales de inflación o de desempleo. Y así podría continuarse, casi indefinidamente, la relación de motivos para conceder el Nobel de Economía a la señora Fernández (y al doctor K.); por el momento, hasta aquí merece la pena leer.
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