El Ártico lanza una llamada de socorro
Durante el primer semestre del año se han batido todos los récords de temperatura terrestre
Una prueba evidente de que el cambio climático no es cosa de broma es el progresivo deshielo del Ártico. Los satélites de la NASA que vigilan la superficie de banquisa arrojan malas noticias: junio ha marcado la cuota mínima de extensión helada desde que comenzó el seguimiento monitorizado de este inclemente desierto helado. Durante el primer semestre del año se han batido todos los récords de temperatura terrestre. Han sido los más cálidos de la historia (en realidad desde 1880, cuando comenzó el registro global), con un aumento de 1,3 grados respecto a finales del siglo XIX. Y ya van 14 meses consecutivos en los que las temperaturas alcanzan cotas máximas.
El cambio climático hace que el Ártico se parezca cada vez menos a aquel que el explorador estadounidense Robert Peary dijo haber alcanzado en 1909, una hazaña puesta en duda al verificar que sus datos de navegación no eran correctos. De modo que el mérito de haber visto en primicia el polo Norte ha sido atribuido a la expedición liderada por el noruego Roald Amundsen —conquistador del Polo Sur— en 1926 desde el dirigible Norge. La capa de hielo que cubre el océano en el llamado Polo Norte de la Inaccesibilidad alcanza una profundidad de 5,5 kilómetros, pero el simbólico mar de Chukotka se está resquebrajando. La Agencia Espacial Europea ha examinado la evolución de la capa superficial de hielo en Groenlandia y ha observado una evolución inquietante: entre 2011 y 2014, la isla perdió alrededor de un billón de toneladas de hielo, es decir, casi el doble del volumen que se destruyó en esta zona en las dos décadas anteriores.
El casquete ártico es el termómetro más preciso para medir el impacto del calentamiento. La superficie congelada en el pico de fusión del verano es en estos momentos un 40% menor que hace cuatro décadas. No obstante, la cota estacional más baja se alcanzará en septiembre y las perspectivas son muy pesimistas: el hielo merma en torno a un 13,4% por década. A la preocupante situación de este año ha contribuido los coletazos de El Niño, un fenómeno que se inicia en el océano Pacífico tropical y provoca cambios en la dirección y la velocidad de los vientos desatando fuertes precipitaciones y episodios de sequías extremas.
Precisamente los desastres medioambientales desencadenarán en las próximas décadas masivos desplazamientos. Si no se frena el cambio climático, en 2050 los huracanes, las inundaciones o las sequías provocarán que hasta 250 millones de personas abandonen sus tierras en busca de un hogar en un ecosistema habitable. Aunque ya se habla de refugiados climáticos, tales migraciones no están amparadas jurídicamente en el ámbito internacional. Muchas personas se han visto obligadas a abandonar sus casas en el archipiélago de Tuvalu, en medio del Pacífico, por la subida de las aguas, o en Senegal por culpa de la sequía. Pero este tipo de peticiones de asilo son sistemáticamente denegadas. Por ahora.
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