Los radicales son unos aburridos
Tras ver los últimos resultados de nuestras elecciones se puede concluir que somos conservadores por naturaleza. Porque solo alguien que se aburriera mucho querría cambiar algo de España
Un reciente estudio acometido por una universidad de Irlanda del Norte relaciona el triunfo de los extremismos con el aburrimiento. Según los responsables del trabajo, el tedio vital conduce a buscar emociones en opciones políticas radicales. A ver qué pasa si rompemos algo. Se trata de hallar solaz en bobadas como el futuro del propio país cuando una gilipollez como el presente de uno mismo ya no resulta excitante, ni siquiera en un martes loco de Telepizza.
Uno siempre había creído que las opciones más radicales nacen de un profundo convencimiento ideológico, mientras que las más conservadoras y respetuosas con el status quo las sostienen quienes creen en la política como algo que está ahí para evitar que suceda nada. Todo es legítimo, mientras sea democrático y consensuado con la madre. Tras ver los últimos resultados de nuestras elecciones se puede concluir que somos conservadores por naturaleza. Pero no en el sentido de ser de derechas –eso implica una carga ideológica que servidor no tiene derecho a endosarle a alguien que está a punto de irse de vacaciones-, sino en el hecho de que, mientras podamos conservar las tres semanas de vacaciones en Gandía, las cañas del viernes, el bogavante de Nochebuena y las fronteras en el sitio que las puso Dios un lunes, ya chutamos. Pero no, es mucho mejor. Lo dicen los norirlandeses estos. Somos conservadores porque somos la gente que más se divierte del mundo. Miren sino a los británicos, con toda esa lluvia, esa salsa de menta y esa cerveza caliente. Es normal que voten por el Brexit, algo tan atrevido como ir a una primera cita con los calzoncillos de ayer. Solo alguien que se aburriera mucho querría cambiar algo de España.
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