Jen
Jennifer Aniston se ha despegado de su personaje paralelo, ha salido de la eterna novia/mujer/ex de Brad Pitt
Hubo un tiempo en el que no era necesario el apellido. Bastaba con tres letras; puede que sigan bastando. Ella era Jen, la novia de América (usamos ese América como la parte por el todo, no se me ofendan por la frase hecha). Y de Ross, claro, era la novia de Ross. Porque antes de ser Jen fue, por supuesto, Rachel. Rachel Green.
Jennifer Aniston nos conquistó con esa sonrisa suya tan yanqui, casi perfecta, y por ese pelazo que todas querían, queríamos, tener. Fue de esas personas a las que mezclamos para siempre con el personaje que fue, como dos elementos indisolubles frente los que entrecerramos los ojos para saber quién es auténtico y quién solo un reflejo en el espejo. Divertidas, listas, pelín pijinas y tirando a ingenuas, Reich y Jen nos gustaron, sin darles vueltas. Simplemente eran esa chica popular, estaban ahí.
Pero esta semana Jen se ha despegado de su personaje paralelo, ha salido de la eterna novia/mujer/ex de Brad Pitt, de la chicuela de comedia romántica, de la mujer feliz, enamorada, de esa chica que todos los tabloides quieren ver embarazada. Porque no lo está. Lo que está es frita. Hasta los mismísimos. Harta, ha dicho ella, que es más fina. ¿A quién le extraña? Qué cansancio. Una vez busqué fotos de portadas de revistas anunciando su embarazo: me salieron ¡36! Ahora habla de acoso, de cosificación de la mujer, de patrones culturales erróneos, de tomas de decisiones, de toxicidad informativa y mujeres completas sin ser esposas o madres. Ha demostrado que ya no es aquella de Friends, no. Y que no es ninguna boba.
Rachel tenía pelazo, sí, pero ni medio de tonta. Igual que Jen. Pero ahora gana la auténtica por goleada.
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