Único
Los que deciden qué vemos, parecen empeñados en convertirnos en un país más soso, puritano y estrecho
Una de las personas menos adecuadas, de todos los tiempos, para trabajar en un banco ha sido Javier Gurruchaga. Pero eso es lo que hizo en San Sebastián desde los 14 años. Era hijo único de gente humilde y entró de botones en una sucursal para ayudar a sus padres. Aún le pincha el rencor a la oficina siniestra: no entra en un banco ni para atracarlo. Su madre sirvió a la gran burguesía donostiarra y le pagaban fatal. Él y la gente de orden nunca se han gustado.
En 1976, con 18 años, fundó la Orquesta Mondragón, un nombre que evoca a su tierra y a los locos. Marchó a Madrid y se empapó del ambiente que se impuso en la España más excitante de su juventud. Sus derroches de genialidad arrasaron en la movida y en la tele de los ochenta. La bola de cristal o Viaje con nosotros elevaron muy alto el listón de calidad, humor, provocación y descaro. El especial de Nochevieja de 1988 permanece como una cumbre del surrealismo subversivo en la tele española. Hoy sería inconcebible. Los que deciden qué vemos, parecen empeñados en convertirnos en un país más soso, puritano y estrecho.
Su casa de la calle de la Libertad, donde rodaron Berlanga y Almodóvar, es su mejor retrato: un inmenso caos en el que brillan miles de fetiches, libros, discos, fotos, pinturas y películas que delatan su amor por la alta cultura y el disparate exquisito.
La Mondragón acaba de editar un disco de duetos, Anda suelto Satanás, como el tema de Luis Eduardo Aute. Cuarenta años ya, con la voz bella y única de Javier Gurruchaga, su talento suelto y la mirada azul.
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