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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

Las viejas dudas de la Nueva Agenda Urbana

Por Marcelo Corti (*)

"Swinger", un graffiti de Banksy en Nueva Orleans.

Definitivamente, quiero vivir en una ciudad que cumpla con la Nueva Agenda Urbana de las Naciones Unidas. El borrador presentado hace unas semanas del texto que será discutido en la Conferencia ONU-Hábitat en Quito, entre el 26 y el 28 de octubre próximo, nos propone todo lo que queremos para nuestro entorno urbano: una densidad suficiente para que gente muy diversa en orígenes, recursos y modos de vida conviva en paz y con múltiples oportunidades de trabajo, recreación y crecimiento personal; un espacio público de calidad que aglutina y da significado al tejido construido; un transporte no menos público y también de excelencia, para los escasos recorridos que exceden la distancia a caminar. Todo se alimenta con recursos renovables y no contaminantes, en especial la población, que consume productos sanos elaborados en un ámbito rural de cercanía y comercializados en condiciones justas.

“¡Éstas son ciudades!”, como decía Rimbaud en sus Iluminaciones. (“La Acrópolis oficial, superior a las más colosales concepciones de la barbarie moderna. Asisto a exposiciones de pintura en locales veinte veces más vastos que Hampton-Court. Mediante el agrupamiento de los edificios, en plazas, patios y terrazas apretados, se ha sustituido a los cocheros”). En la Nueva Agenda Urbana, la organización social es tan maravillosa como el tejido construido. Las decisiones se toman con participación activa de la ciudadanía, los gobiernos nacionales y subnacionales ayudan a las comunas con recursos financieros pero también con conocimientos, las regiones metropolitanas acuerdan gobiernos compartidos del territorio. Los bancos financian todo lo necesario a condición de cumplir con los designios de la ONU, y la especulación sobre el suelo urbano ha desaparecido en un sistema en el que toda riqueza producida por la intervención del Estado sobre el territorio se reinvierte en mejorar ese mismo territorio. Mujeres, niños y ancianos son los mayores beneficiarios de tanta belleza y tanta justicia; aquellos que vienen refugiados de ciudades no tan magníficas, son recibidos con generosidad y beneplácito por una sociedad que no es egoísta en el disfrute de sus beneficios.

Claro está, del dicho al hecho…

ONU-Hábitat no ha conseguido presentar una página decorosa en la Web; ¿por qué deberíamos confiar en su capacidad para imponer la Nueva Agenda en las ciudades del mundo? No digo esto porque el borrador eluda los problemas de la concreción práctica: 80 de sus 175 proposiciones están dedicadas a la “implementación efectiva” de los “compromisos de transformación por un desarrollo urbano sustentable” expresados en las 65 anteriores (resumidos en la lucha contra la pobreza, la búsqueda de prosperidad y oportunidades para todos y el carácter ecológico y resiliente de las ciudades y otros asentamientos humanos). Pero, como suele sucederle a las Naciones Unidas, no tiene con qué.

Las resoluciones de las Naciones Unidas requieren para ser implementadas una fuerza política que solo puede concederles el compromiso de las grandes potencias que integran de manera permanente su Consejo de Seguridad; de ellas, solo Francia podría alardear con algún sustento que sus formas de urbanización tienen alguna coincidencia con los términos del borrador. Mejor no comparemos la idea de “ciudad sostenible” con el tipo de urbanización que realiza China (o la India, el otro estado que resume la mayor parte de la actual urbanización mundial), o el llamado a recibir y aceptar refugiados con las políticas inmigratorias de los Estados Unidos (aun las actuales, para no hablar de las que sostiene el candidato republicano Donald Trump).

No es mejor el panorama si consideramos la cuestión del financiamiento. El Banco Mundial es una cooperativa sostenida por los tesoros nacionales de 189 países, pero sus políticas de préstamo para infraestructuras y bienes urbanos no reciben ninguna influencia efectiva de las Naciones Unidas, la otra gran creación de la segunda postguerra. Ni los otros grandes bancos regionales ni mucho menos la gran banca privada se conmoverán por los mandatos de ONU Hábitat.

Queda, por supuesto, la fuerza moral de las Naciones Unidas y el prestigio de sus organizaciones como fuente de inspiración para la implementación de políticas nacionales específicas… Bueno, ¡lo digo en serio! Y lo digo realmente en serio, aunque esa fuerza moral operará sobre funcionarios, técnicos y gobiernos que crean en ella o que al menos crean en los postulados de la Nueva Agenda y quieran aplicarla. Claro, hasta que algún conflicto con factores de poder más inmediatos y visibles les haga relativizar esa agenda (empezando con la propia ONU Hábitat, que posiblemente deberá modificar bastante este borrador para conseguir un consenso amplio de sus miembros).

No se trata de reflotar aquella vieja postura de Engels sobre el problema de la vivienda y remitir su solución al momento en que el cambio social y político (¡oh, la Revolución!) permita encararla con los datos definitivos de la nueva realidad. Por el contrario, la duda sincera es cómo el trabajo excelente de una superestructura institucional puede influir y ayudar a los miles de trabajos de las organizaciones sociales, de los gobiernos locales, de los colectivos y comunidades que sufren en todo el mundo los problemas y las injusticias urbanas.

La Nueva Agenda Urbana es un documento que dice cosas correctas (algunas, incluso, muy correctas y valientes). A nadie le vendrá mal leerla e intentar aplicarla. Pero hay un mundo allí afuera, y ese mundo es conflictivo y complejo. ¿Cómo lograr que las ciudades y su ciudadanía puedan cumplir con el derecho y el deber de atender su propia agenda? Ese es, sin dudarlo, el verdadero desafío de la Conferencia de Quito.

Marcelo Corti es arquitecto y urbanista (UBA), magíster en Políticas, proyectos y gestión de la Ciudad (Universidad de Barcelona). Dirige la revista y editorial Café de las ciudades. Autor de La Ciudad Posible. Guía para la actuación urbana. Es asesor urbanístico del Estudio Estrategias e integra la red de consultores La Ciudad Posible. Es Director de la Maestría en Urbanismo de la FAUD (Universidad Nacional de Córdoba).

Estas son las Iluminaciones de Arthur Rimbaud citadas en el texto:

XVII – Ciudades¡Estas son ciudades! ¡Este es un pueblo para el que se han elevado esos Aleganios y esos Líbanos de ensueño! Chalets de cristal y de madera que se deslizan sobre rieles y poleas invisibles. Los viejos cráteres ceñidos de colosos y de palmeras de cobre rugen melodiosamente en medio de los fuegos. Fiestas del amor resuenan en los canales colgados detrás de los chalets. La música de caza de los carrillones grita en las gargantas. Corporaciones de cantores gigantescos acuden con ropajes y oriflamas deslumbrantes como la claridad de las cimas. Sobre las plataformas, en medio de los precipicios, los Rolandos emiten el sonido de su bravura. Sobre los pasadizos del abismo y los techos de las posadas, el ardor del cielo empavesa los mástiles. El derrumbe de las apoteosis alcanza los campos de las alturas donde las centauras seráficas evolucionan en medio de las avalanchas. Por encima del nivel de las crestas más altas, un mar turbado por el nacimiento eterno de Venus, cargado de flotas orfeónicas y del rumor de las perlas y de las caracolas preciosas –el mar se oscurece por momentos con resplandores mortales. En las vertientes, cosechas de flores grandes como nuestras armas y nuestras copas, mugen. Cortejos de Mabs con túnicas rojas, opalinas, ascienden de los barrancos. Allá arriba, los pies en la cascada y los espinos, los ciervos se amamantan de Diana. Las bacantes de las afueras sollozan y la luna arde y aúlla. Venus entra en las cavernas de los herreros y las ermitas. Grupos de campanas de rebato cantan las ideas de los pueblos. De los castillos construidos con huesos surge la música desconocida. Todas las leyendas evolucionan y los alces irrumpen en los poblados. El paraíso de las tormentas se hunde. Los salvajes danzan sin cesar la fiesta de la noche. Y, a la una, descendí al movimiento de una avenida de Bagdad donde unas gentes cantaron la alegría del trabajo nuevo, bajo una brisa pesada, y circulé sin poder eludir los fabulosos fantasmas de los montes donde debimos volver a encontrarnos.¿Qué buenos brazos, qué hora feliz me devolverán esa región de donde proceden mis sueños y mis menores movimientos?

XIX – Ciudades¡Estas son ciudades! … La Acrópolis oficial, superior a las más colosales concepciones de la barbarie moderna. Imposible expresar la claridad producida por el cielo inmutablemente gris, el resplandor imperial de las mamposterías, y la nieve eterna del suelo. Se han reproducido con un gusto de singular enormidad todas las maravillas clásicas de la arquitectura. Asisto a exposiciones de pintura en locales veinte veces más vastos que Hampton-Court. ¡Qué pintura! Un Nabucodonosor noruego hizo construir las escaleras de los ministerios; los subalternos que pude ver son ya más orgullosos que brahmanes, y he temblado ante el aspecto de los que custodian colosos y los oficiales de las construcciones. Mediante el agrupamiento de los edificios, en plazas, patios y terrazas apretados, se ha sustituido a los cocheros. Los parques representan la naturaleza primitiva trabajada con un arte soberbio. El barrio alto tiene partes inexplicables: un brazo de mar, sin barcos, desenrolla su mantel de granizo azul entre muelles cargados de candelabros gigantes. Un puente corto conduce a una poterna situada inmediatamente bajo la cúpula de la Sainte-Chapelle. Esa cúpula es un armazón de acero artístico de unos quince mil pies de diámetro.En algunos puntos de los pasadizos de cobre, de las plataformas, de las escaleras que bordean las naves y los pilares, ¡creí que podría juzgar la hondura de la ciudad! El prodigio que no pude explicarme: ¿cuáles son los niveles de los otros barrios, situados sobre la acrópolis o debajo de ella?Para el extranjero de nuestro tiempo, el reconocimiento es imposible. El barrio comercial es un circus de un solo estilo, con galerías de arcadas. No se ven tiendas, pero la nieve de la calle está pisoteada; algunos nababs, tan raros como los paseantes de una mañana de domingo en Londres, se dirigen hacia una diligencia de diamantes. Algunos divanes de terciopelo rojo: se sirven bebidas polares cuyo precio oscila entre ochocientas y ocho mil rupias. Ante la idea de buscar teatros en ese circus, me digo si las tiendas no habrán de contener desde ya dramas bastante oscuros. Pienso que hay una policía, pero la ley debe ser tan extraña, que renuncio a hacerme una idea de los aventureros de aquí.El suburbio, tan elegante como una hermosa calle de París, se ve favorecido por un aire luminoso; el elemento democrático cuenta con algunos centenares de almas. Allí, sin embargo, las casas no continúan; el suburbios se pierde de manera singular en el campo, el "Condado" que ocupa el occidente eterno de los bosques y de las plantaciones prodigiosas donde los gentilhombres salvajes persiguen sus crónicas bajo la claridad que alguien ha creado.

Comentarios

UN-Habitat no impone agendas. Establece conclusiones y recomendaciones de especialistas y expertos de comprobable experiencia y éxito en la práctica en el tema. UN-Habitat no es un gobierno ni debe inhibirse de presentar recomendaciones por el hecho de que haya o no haya voluntad política, conciencia del problema o dinero para poner en práctica las mejores medidas conocidas y probadas. Muchas ciudades han emprendidoprogramaspara aplicarloque UN-Habitat recomienda en esos 175 puntos. Su punto de vista es prejuiciado y tendencioso, pues es como descalificar a un médico que recomienda un tratamiento, porque el paciente recela aplicarlo, no tiene dinero o se echa a morir.
UN-Habitat no impone agendas. Establece conclusiones y recomendaciones de especialistas y expertos de comprobable experiencia y éxito en la práctica en el tema. UN-Habitat no es un gobierno ni debe inhibirse de presentar recomendaciones por el hecho de que haya o no haya voluntad política, conciencia del problema o dinero para poner en práctica las mejores medidas conocidas y probadas. Muchas ciudades han emprendidoprogramaspara aplicarloque UN-Habitat recomienda en esos 175 puntos. Su punto de vista es prejuiciado y tendencioso, pues es como descalificar a un médico que recomienda un tratamiento, porque el paciente recela aplicarlo, no tiene dinero o se echa a morir.

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