¿Vacaciones según la Luna llena tras el equinoccio?
El debate del calendario educativo debe estar marcado por razones pedagógicas, y no por la inercia
El calendario escolar que rige nuestras vidas está básicamente marcado por acontecimientos como el nacimiento de Jesús de Nazaret hace dos milenios (que tiene fecha fija), su pasión, muerte y resurrección (cuya conmemoración depende de la primera Luna llena tras el equinoccio de marzo) y otras arbitrariedades como el homenaje a los difuntos que han superado el purgatorio (Día de Todos los Santos) e incluso alguna civil (Fiesta Nacional). Conviene tenerlo en cuenta a la hora de empezar a analizar la decisión del Gobierno de Cantabria (PRC-PSOE) de cambiar los horarios escolares para acortar las vacaciones de verano e introducir periodos de descanso cada dos meses. Los días lectivos serán los mismos que en las demás comunidades (175), pero se distribuirán en cinco bimestres con evaluaciones más continuadas y esos respiros que permitan a los estudiantes tomar aire antes de seguir.
Las asociaciones de padres han protestado y tienen razón en quejarse si no han sido consultados o informados antes de que el plan saliera en la prensa. Cualquier decisión que atañe a un capítulo tan medular de la organización de un país como es la educación requiere una voluntad de consenso y fórmulas de diálogo que impliquen no solo a sindicatos de profesores, sino también a los padres. A partir de ahí, el debate debe ser pedagógico. Eminentemente pedagógico.
Los padres se han quejado de la dificultad que un cambio de horarios supondrá para la conciliación y este es un asunto que también se debe abordar, pero como ha dicho Ramón Ruiz, el consejero de Educación de Cantabria, en entrevista con este periódico, “el problema social que tiene este país con la conciliación tiene que ir más allá del colegio”. Los colegios pueden arbitrar medidas de apoyo como comedores, aulas abiertas y una acogida más lúdica a estudiantes cuyos padres no tengan alternativas, pero el debate de los horarios debe estar guiado por razones de racionalidad pedagógica y ahí es donde hay que profundizar. Además: ¿acaso es más fácil para los padres conciliar en vacaciones de verano de tres meses, entre las más largas de Europa?
España es una excepción en un entorno de mayor reparto de carga lectiva y descansos a lo largo del año. Francia y Alemania comparten un modelo de cinco o seis periodos de descanso a lo largo del curso y veranos más cortos. El primero está centralizado y el segundo permite a los länder decidir con plena autonomía sus calendarios, pero el modelo es el mismo. Se llama racionalidad. España suma problemas muy graves en el ámbito educativo, desde unas tasas de abandono y fracaso escolar muy elevadas hasta una incapacidad de todos los partidos para convertir la educación en prioridad y no en campo de batalla político y territorial, pasando por el suspenso habitual en los estudios comparativos de PISA que miden el nivel de los estudiantes. Es hora de luchar por la formación y el desarrollo de los menores sin banderas y con el único objetivo de su desarrollo. La inercia nunca es buen argumento. Y el debate del horario escolar por razones pedagógicas, por tanto, solo puede ser bienvenido.
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