A los gobernantes árabes les gustaba más Ahmadineyad
La mala imagen internacional del ex presidente iraní les evitaba tener que desprestigiar a la República Islámica.
En la inauguración del Foro de Doha, el representante iraní en Qatar permanecía sólo mientras el resto de los diplomáticos departía animadamente. Los anfitriones le habían sentado junto a la embajadora de Yibuti, país que rompió relaciones con Teherán en enero. “El sentimiento anti iraní en Qatar es ahora peor que cuando gobernaba Ahmadineyad”, confiaba un profesor extranjero. El resto de los árabes también ha reforzado su retórica contra la República Islámica desde que empezó la negociación del acuerdo nuclear.
De nada ha servido la mano tendida del presidente Rohaní a su llegada a la presidencia en 2013. Al contrario, da la impresión de que la presencia de un moderado al frente del Gobierno ha aumentado los recelos ya que proyecta una imagen menos intratable de su país. A ojos árabes, Irán es responsable de todos los males de la región. No es solo la postura oficial, numerosos intelectuales, profesores universitarios, islamistas y liberales hablan de un mayor intervencionismo iraní en Siria, Irak y otros conflictos.
De ahí la actitud de “ya lo advertimos” para explicar porque se oponían al acuerdo nuclear. El argumento de que el pacto retrasa el acceso iraní al arma atómica les resulta insuficiente. Lo que les preocupa es la reintegración internacional de su rival histórico. Ven un país crecido donde otros aprecian un mero reequilibrio de la anomalía que suponía excluir a Irán de la región.
“En el apoyo al régimen sirio, por ejemplo, no ha habido cambios. Desde la revolución de 1979, Irán siempre ha sido consistente en su alianza; son saudíes y cataríes quienes han cambiado de parecer”, asegura el profesor mencionado. Por otro lado, mientras acusan a Teherán de ambicionar el control de Irak, Qatar y Arabia Saudí no enviaron embajadores a Bagdad hasta el año pasado.
“Arabia Saudí está aumentando su campaña para deslegitimar a Irán y limitar su influencia en el mundo islámico”, ha escrito el analista Bruce Riedel. Ahmadineyad les ahorraba ese trabajo, así que es posible que le echen de menos.
(PD: Al final, alguien vino al rescate del diplomático iraní, quien acabo sentado en el sitio inicialmente reservado para el embajador saudí.)
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