Las cartas del PSOE
Votar socialista no puede ser solo un refugio ante la polarización PP-Podemos
Las cartas que ha enseñado el PSOE desde la proclamación de Pedro Sánchez como candidato a La Moncloa impiden hacerse una idea cabal de cuál es la ambición de este partido. Una campaña electoral se compone de unas cuantas ideas-fuerza, y en este momento no es fácil saber qué es lo que distingue a la opción socialista de otras en asuntos de inmediato interés público: mercado de trabajo, pensiones, impuestos, modernización del modelo de crecimiento, reforma del Estado, combate contra la desigualdad o tipo de negociación que debe mantenerse con las instituciones europeas. Es casi ocioso hacer estas preguntas al PP, puesto que ha respondido (muy negativamente) a ello en sus años de Gobierno. Pero el PSOE debería contestarlas con claridad, no con el lenguaje retórico de los programas electorales, si pretende recuperar votantes.
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El lanzamiento de un Gobierno en la sombra ha sido una oportunidad perdida para precisar el mensaje. Está bien que se incorpore a la campaña presidencial de Sánchez un conjunto de personas en su mayoría estimable desde el punto de vista profesional y político —más allá del carácter polémico que acompaña a algunos nombres—, pero eso debería haber constituido un acto fuerte de comunicación política. No ha sido así porque todo ha consistido en alinearles ante una portería de fútbol; es decir, en hacerles comparecer en un acto sin la menor simbología política ni electoral. Importar una fórmula tan ajena a la cultura española como es el Gabinete en la sombra de la oposición británica —es decir, de un sistema típicamente bipartidista— tendría que haber dado origen a un mensaje fuerte, sin sustituirlo por símiles que lo equiparan a fichajes de última hora de equipos deportivos en dificultades.
Lo que necesita el PSOE es rearmarse ideológicamente. Esta fuerza política logró sacar el mejor partido de su derrota del 20 de diciembre gracias al pacto con Ciudadanos, que alumbró un interesante programa de medidas para España, pero cuya eficacia estaba limitada de antemano por la cortedad en votos y escaños de las fuerzas que lo respaldaban. Los socialistas ocupan una posición muy interesante en el espacio ideológico, el que corresponde al centroizquierda, puesto que ahí se sienten reflejados muchos ciudadanos; se trata de sacar partido a esa ventaja, no de convertirse en un voto-refugio frente a la polarización representada por el PP, de un lado, y Podemos y sus aliados, de otro.
No es un problema menor el que tienen planteado con la política de alianzas. El dirigente valenciano Ximo Puig ha chocado con Sánchez por el intento de pacto con Podemos y sus aliados para el Senado. El PSC entra en el equipo municipal barcelonés que dirige Ada Colau y existe la tentación de hacer otro tanto en el PSOE de Madrid con el equipo de Manuela Carmena. Todo ello, mientras se mantiene el resto de los pactos locales y autonómicos entre el PSOE y Podemos o sus partidos afines, lo cual no es óbice para que Sánchez niegue toda validez a la misma fórmula para el Gobierno del Estado. Suponer que la ciudadanía va a tener clara la política de alianzas del PSOE con semejantes variaciones indica la fuerte necesidad que tienen los socialistas de aclarar sus, por ahora, vagos proyectos.
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