El caso Bettencourt vuelve a los tribunales
Los jueces analizan el recurso de cuatro de los ocho condenados por aprovecharse de la heredera de L’Oréal
Los negocios de la familia Bettencourt, que controla el primer grupo mundial de cosméticos L’Oréal, van viento en popa. Pero la justicia francesa sigue aguándole la fiesta al multimillonario clan. Este martes ha comenzado en Burdeos un nuevo juicio por el conocido caso Bettencourt que estalló hace ya casi nueve años. Hace solo dos meses, la familia creaba una nueva sociedad de inversión para mover su inmensa fortuna, pero desde este martes se volverá a exhibir públicamente la triste historia de una mujer demenciada, Liliane Bettencourt, de la que se aprovecharon sus más estrechos colaboradores para enriquecerse. Cuatro de los ocho condenados hace un año verán revisado su caso en audiencia pública.
Uno de los cuatro que ha recurrido su sentencia (tres años de cárcel y 158 millones de euros de daños y perjuicios) es François-Marie Banier. Era el amigo íntimo de Liliane Bettencourt, la mujer de 93 años hoy inhabilitada, que le escribía cartas extremadamente sensuales y cariñosas. El fotógrafo y seductor Banier fue el que salió peor parado del juicio en primera instancia de mayo de 2015.
De los ocho condenados entonces, algunos han desistido de recurrir la sentencia tras lograr acuerdos financieros y jurídicos con la heredera de la fortuna, la hija de Liliane, Françoise Bettencourt-Meyers. Es el caso de Patrice de Maistre, el exadministrador de la fortuna y el segundo más duramente condenado el pasado año: 30 meses de cárcel y doce millones de indemnización. De Maistre es el colaborador al que el mayordomo de la anciana grabó urgiéndola a que firmara documentos y le subiera el sueldo, por ejemplo, hasta los dos millones de euros anuales.
El acuerdo con los Bettencourt se firmó en octubre del pasado año. Por él, renunciaba a recurrir, probablemente a cambio de una cantidad de dinero que nunca ha trascendido. Otro acuerdo financiero y jurídico hizo desistir de apelar al empresario Stéphane Courbit. Recientemente, otro de los condenados, Jean-Michel Normand ha desistido sin que se sepa si hubo acuerdo previo o no. Otro, Carlos Vejarano, ha muerto recientemente.
Los otros condenados cuyo caso revisará ahora la justicia son Martin d’Orgeval, compañero de Banier, Pascal Wilhelm, abogado que se negó a tomar medidas para proteger a su cliente en su momento, y Patrice Bonduelle, cómplice de Wilhelm.
A la familia Bettencourt, que al menos logró que los medios no calificaran el escándalo como caso L’Oréal para no dañar la marca, le resulta difícil pasar página en este terreno. Los herederos de la fortuna, una de las más importantes de Francia, son ahora François Bettencourt-Meyers y sus dos hijos, Jean-Victor y Nicolas.
El escándalo Bettencourt cobró al principio una importante dimensión política. Durante meses fue investigado el exministro de Nicolas Sarkozy Éric Woerth, acusado de lograr fondos para la campaña de su jefe por parte de la millonaria familia. Woerth, hoy secretario general de Los Republicanos, fue absuelto por el tribunal en mayo de 2015. Pero el escándalo persigue todavía, de manera tangencial, al propio Sarkozy, expresidente francés y hoy presidente del partido Los Republicanos. El caso de las escuchas, por el que está imputado, tiene su origen en el caso Bettencourt. Sarkozy y su abogado Thierry Herzog cometieron presunto tráfico de influencias a cambio de que los jueces les informaran acerca de esa presunta financiación irregular por parte de Bettencourt. Este caso de las escuchas (la policía grabó las conversaciones telefónicas de Sarkozy y los suyos) es el que llevó al expresidente de la República a una detención inédita para un exjefe del Estado en julio de 2014. La investigación judicial continúa.
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