La paz de Otegi
Sorprende, y mucho, la presencia de Arnaldo Otegi en el Parlamento Europeo al objeto de poner de relevancia la aportación de la izquierda abertzale al proceso de paz. Lo que no sorprende es que alguien, a quien seis años y medio de cárcel no le han modificado ni mínimamente su rictus ideológico, sea capaz de identificar a los condenados por terrorismo como “presos políticos vascos”, a los evadidos de la justicia como “refugiados” y a la banda terrorista ETA como “persuasión armada”. De estos eufemismos y de la tergiversación de la realidad del “conflicto con el Estado” es de lo que se han valido históricamente para reivindicar su “buen hacer” en pro de una “solución negociada”. Pues mientras nuestras armas eran las palabras, las suyas eran los daños colaterales que dejaban las balas. El miedo hizo el resto. Solo las voces de los que no tenían nada más que perder, la de los familiares de las víctimas, llamaban a las cosas por su nombre. Por eso Teresa Jiménez-Becerril ha gritado alto y claro desde Bruselas: “Mi hermano no fue a ninguna guerra”. Porque no lo era. No obstante, se ha “contribuido a la paz” acallando más de 800 voces.— Luis Alberto Rodríguez Arroyo.
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