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Tentaciones

Dar pena: la clave para entrar a un 'reality'

Un buen drama se ha convertido en el mejor reclamo para convertirse en concursante de realities como 'Cámbiame' o 'MasterChef 4'. ¿De verdad a España le gusta tanto un lloro?

“Dedico este plato a mi abuela, que en paz descanse”. El estreno de la última edición de MasterChef nos ha dejado claro que lo de menos es la cocina. El concurso, como buen espectáculo que es, busca personajes, participantes que consigan que la audiencia no cambie de canal –algo harto complicado en la era del Twitter– y parece haber encontrado la fórmula perfecta para conseguirlo. Dar pena es la clave. No importa si el plato queda mejor o peor, si tienes un mal día o si llueve y tu esferificación no se ha quedado lo tersa que debería. No pasa nada. Si tienes un pasado repleto de dramas, nadie va a cerrarte las puertas del éxito. En dos horas de reality pudimos saltar de familiar muerto en familiar muerto, de un paro cardíaco a un pasado conflictivo. Mucha casualidad, ¿no creen?

Quererte tú mismo, quererte tú mucho

Natalia, Pelayo y Cristina: los tres magníficos de 'Cámbiame'.
Natalia, Pelayo y Cristina: los tres magníficos de 'Cámbiame'.

El mismo patrón nos encontramos cada mediodía cuando sintonizamos Cámbiame. Por la pasarela desfilan varios aspirantes al día, algunos con ganas de promocionarse, otros con verdaderos dramas estilísticos, pero ténganlo claro, si son capaces de condensar todos sus problemas personales en el minuto que dura la presentación, tendrán casi garantizado el éxito. Los estilistas presentes –¿Cristina, Natalia o Pelayo? Ahí está la verdadera elección de vida– justifican el momento con un socorrido "te mereces que te cuiden y te mimen", pero la realidad nos deja muy pocos casos en los que las lágrimas no hagan acto de presencia. ¿Son los mejores concursantes o los que más nos van a emocionar? ¿Qué puede más: su drama personal o su incapacidad para combinar colores? La respuesta la tenemos todos clara.

Desquiciarse en directo: ese pico de audencia

Isabel gemio durante un momento del programa 'Sorpresa, sorpresa'.
Isabel gemio durante un momento del programa 'Sorpresa, sorpresa'.

Esto, sin duda, no es nada nuevo. A España, como bien sentenció Víctor Sandoval –esa mente preclara–, le gusta un lloro. Las cámaras de Sálvame enfocan un primer plano de Lydia Lozano hasta que ésta estalla en lágrimas y sube la audiencia. Isabel Gemio hacía lo propio en la mítica escalera de Sorpresa, sorpresa y no ha pasado un participante de Hay una cosa que te quiero decir –o sus anteriores versiones– que no se haya derrumbado en plató. Pero, ¿cómo hemos pasado de estos formatos a instaurar el drama como motor de algo tan alejado como un talent show de cocina? ¿Acaso el público no puede empatizar con los concursantes si no es al revés de esta pretendida superación personal? ¿Y quién no tiene un drama que contar? ¿Y quién ha sufrido sus problemas, más o menos acuciantes, pero se niega a regodearse en televisión? Pues tal vez no sea su momento.

Lágrimas entre fogones

Sally, finalista de la pasada edición de Master Chef.
Sally, finalista de la pasada edición de Master Chef.

Tratar de buscar una coherencia más allá de la audiencia a un programa es pecar de exceso de bondad –¿incluso cuando se emite en una cadena pública? Buena pregunta–. Con cada nueva edición de MasterChef –podría ser cualquier otro reality–, no faltan los concursante rechazados narrando sus desventuras a través de las redes sociales. Participantes a los que se les cae la venda de los ojos cuando se dan cuenta que la productora busca determinados perfiles y eso es lo que prima. ¿De verdad creían que no iban por ahí los tiros? Será que algunos de lo que pecamos es de desconfianza. Espérense al comienzo del nuevo Supervivientes y se encontrarán con varios famosos declarando que no imaginaban que, de verdad, no iban a tener comida. ¡Pero si llevamos una década igual!

El drama se ha apoderado de nuestra televisión

Desde los programas matutinos hasta los telediarios. No queda nadie que no busque el golpe efectista, el cebo que consiga engatusar a la audiencia, y eso parece que solo se logra con un buen lloro. Piensen en Belén Esteban, la reina del share. La princesa del pueblo ha hecho de la desgracia y la pena su modo de vida. Pero, ¿qué pena? Nos hemos vuelto tan locos que hemos bautizado como madre coraje a alguien que ha tenido que criar a su hija sola, como tanta gente, pero con una bonanza económica de la que casi nadie puede presumir. ¿Ven? El drama que sale en televisión es el que se queda dentro, por mucho que luego sea tremendamente relativo. Téngalo en cuenta.

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