_
_
_
_

Pensamos también con las tripas

“Si le digo a mi jefe lo que pienso, seguramente tendré que echar algún curriculum”, “si le digo algo agradable a mi pareja, me sonreirá” y “si me pongo hecho un basilisco con el guardia de tráfico, me pondrá más de una multa”. Los anteriores son ejemplos de cómo construimos nuestra propia sabiduría personal en base a nuestra experiencia. Según Larry Squire, de la Universidad de San Diego, toda esa información se almacena en los ganglios basales, una red nerviosa muy primitiva de nuestro cerebro, de tamaño de una bola de golf. Pues bien, para saber qué deseamos realmente, necesitamos que los ganglios basales se expresen y estos, curiosamente, tienen un teléfono rojo con nuestras tripas. Por eso, cuando conocemos a alguien y nos da “mala espina” lo sentimos en el estómago, porque es una expresión de nuestros ganglios basales que nos avisan. Las tripas no son oradores profesionales que hablen con palabras encima de un escenario, pero se expresan a su modo y lo interesante es escucharles. Pero aún hay más.

Nuestro sistema digestivo es el segundo cerebro, según Michael Gershon, profesor de Anatomía de la Universidad de Columbia. Alrededor de nuestro aparato digestivo está el sistema nervioso entérico, que contiene 100 millones de neuronas, una milésima parte de las del cerebro (por cierto, el corazón es otro órgano “pensante” más pequeñajo con solo 40.000 neuronas). El 90 por ciento de nuestra serotonina, el famoso neurotransmisor de la felicidad y del bienestar, se produce y se almacena en el mismo sitio, el intestino. Y otro dato más curioso: en la medicina tradicional china el vientre se considera el gran océano de energía y en las artes marciales japonesas es el centro vital del hombre. Es decir, fuerza, fuerza y más fuerza (¿y qué es lo que necesitamos para conseguir nuestros sueños más que fuerza?).

En definitiva, en Occidente hemos pensado que el ser humano es un inmenso cabezón y que el cuerpo, simplemente, es el soporte para sostenerle, además de para estar guapos y demás funciones “menores”. Ya es hora de cambiar este punto de vista, escuchar cada vez más lo que nos dice nuestro cuerpo y ser honestos con nuestro deseo genuino. O dicho de otro modo, date el permiso de decirte a ti mismo: “Lo quiero porque me sale de las tripas”.

La determinación la encontramos cuando somos capaces de alinear nuestros tres ejes: nuestra mente, nuestras emociones y nuestros instintos (que se expresan muchas veces en las tripas). Pero es en este último donde habita la fuerza; de ahí que tengamos que prestarle atención. Y si alguno de los tres falla, nos sentimos sin esa energía para conseguir nuestros sueños o hacemos cosas que luego nos arrepentimos (si siguiéramos solo al instinto posiblemente seguiríamos viviendo en los árboles). Por ello, la clave para saber qué queremos está en el equilibrio de los tres ejes y sobre todo en invitar a nuestro olvidado instinto al terreno de juego. Él también tiene que opinar.

Escucha tus tripas. También ahí hay neuronas que rugen.

Basado en el libro: “¿Y si realmente pudieras? La fuerza de tu determinación”

Comentarios

En una ocasión alinié los tres ejes: mi mente, mis emociones y mi instinto, estaban alineados en un solo punto pero salió mal; quizás me fallara el instinto, pues si mis neuronas rugieron debía de ser por hambre más que por un acto inteligente.
he querido decir si mis tripas rugieron.....
Parece que la determinación corporal del pensamiento empieza a ser reconocida y admitida con más interés. Ahora toca saber se además del estómago existen otros centros de procesamiento de infromación que deban ser tenidos también en cuenta.
Hay veces que la determinación no viene sólo por la mente, emoción e instinto, también por el conocimiento, el estar casi plenamente seguro que lo que tu mente, tu emoción y tu instinto te están diciendo , es verdad. Y eso a veces se adquiere, no sólo por lo que se habla o expresa, sino también por sensaciones, que a veces son dificiles de explicar pero que mucha gente les llama "vibraciones" que se materializan en el sentido de una atracción o sensación de acercamiento físico sin tocarse pero que interacciona entre dos personas; esas sensaciones te llevan al conocimiento que te hace, junto a lo demás, tomar determinaciones, y estoy segura que muchas personas las han sentido pero no se han parado a pensarlo.
Mil gracias Claudia, José y Alba por vuestras aportaciones. Escuchar nuestra intuición, instintos, sensaciones, emociones, vibraciones, como queramos llamarlos a esas otras formas de conocimiento... es una habilidad que muchos tenemos que recuperar... y que la ciencia comienza a reconocer.De nuevo mil gracias y un abrazo fuerte!!!

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_