Bases dentro
Nuestros dirigentes, tras llamar al pueblo a votar libremente, han sugerido que si no se vota lo convenido se van para casa
Cuando yo me enamoré y por tanto me quise casar de urgencia, porque yo soy de casarme así nos rocemos al coger un vaso, me fui a buscar un restaurante de acuerdo a nuestras posibilidades, las nuestras y las del bufete del divorcio. Dimos, mi encantadora ex y yo, con una chef que había llegado a Galicia desde la modernidad, que es como entienden los foráneos el viaje aquí. “Y qué queréis”, dijo, “una boda bien montada, a la última, con platos de Instagram, o la típica boda monstruosa gallega, con 200 mariscos, albariño hasta dar asco y que la gente acabe vomitando”. Se nos escapaban las lágrimas cuando empezamos a saltar gritando: “¡Ésa, ésa!”. La pija nos dio por perdidos. En cierta manera ella había hecho algo tan simple como consultar a las bases.
Tengo por costumbre sospechar de las consultas. Siempre visualizo a una pija alterada sugiriendo que mucho marisco es malo. Me recuerda a un vecino muy sentido que decía que no tomaba ostras por si le hacían daño (pero se había enamorado seis veces). Quienes encargan estas preguntas suelen encargar de paso las respuestas, como sabe el PSOE. Además en política las bases tienen la misma función que los niños en el fútbol. Son la coartada moral, el área de refugio de los que no tienen reacción. Se ve en esos debates sobre la Liga cuando un comentarista ya no sabe qué decir de alguien: “Es un mal ejemplo para los niños”. Nunca nadie pregunta qué niños; los niños son como los lectores: todos perfectos, encantadores, con madres rubias.
Las bases, no digamos las bases de Podemos, el partido horizontal en el que Pablo Iglesias es más horizontal que nadie, tienen la última palabra en la negociación de un Gobierno alternativo a la derecha del PP. Las bases, o sea los niños que no pueden saber que Maradona se droga o que los animales no hablan, tienen la última palabra: la palabra que emana del pueblo más puro, el que está aún sin elegir, el que no tiene mancha de cargo. Se le ha preguntado qué quiere hacer: si apoyar a la oligarquía neoliberal recortadora de derechos o la voluntad política que va a devolver la dignidad al pueblo. Yo así preguntado diría que oligarquía por joder, sólo por ver la cara de la pija. Pero aquí los papeles están cambiados, tanto que se considera que los dirigentes, tras llamar al pueblo a votar libremente, han sugerido que si no se vota lo convenido se van para casa. No aprendieron la última lección soviética: la democracia siempre es más segura cuando no se vota.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.