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REVISTA SÁBADO
Columna
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Subjetivamente

No debería llevarse: empezar (demasiado pronto); No se lleva: vestirse de turista; Sí se lleva (a nuestro pesar): Caperucita con pistola

Un grupo de turistas pasea cerca de la playa de Barcelona.
Un grupo de turistas pasea cerca de la playa de Barcelona. Stefano Buonamici

No debería llevarse: empezar (demasiado pronto) 

Las nuevas estrellas tienen 14 años. O menos. Maddie Ziegler, la niña mimada de Hollywood no perdona una alfombra roja a sus 13 añitos. Maddie es la bailarina de la peluca blanca y el body color carne del videoclip de la cantante Sia. Esa. La de la archiparodiada coreografía de Chandelier. Si Lena Dunham, Jimmy Fallon y Ellen DeGeneres te imitan es que ya estás en el showbusiness. Otras estrellas apenas teenagers como las modelos Thylane Blondeau o Sofia Mechetner, ambas de 14 años, son la prueba de que la extrema juventud vende.

No se lleva: vestirse de turista 

¿Alguien sabe por qué, inevitablemente, gente que por su ciudad circula a diario correctamente vestida, en cuanto desembarca en otra ciudad se planta el short de explorador, los calcetines gruesos y las Adidas pescador? ¿Son necesarios el gorro de camuflaje y la cantimplora en capitales con un café en cada esquina? No estamos hablando de la jungla si no de Barcelona, Ciudad de México o Nueva York y la invasión turistera de Semana Santa. No necesitamos el kit completo para colgarnos la cámara al cuello, cuando todo el mundo usa el móvil.

Sí se lleva (a nuestro pesar): Caperucita con pistola

"Abuelita, abuelita que orejas tan grandes tienes…" ¡Pum!. Así habría sido el cuento si la abuelita de Caperucita hubiera tenido un fusil de asalto bajo la sábana. Se habría cargado al lobo, y terminado el cuento. La autora infantil Amelia Hamilton y la NRA norteamericana (Asociación Nacional del Rifle) hacen una revisión de varios cuentos tipo "¡Eh! ¡Lobo, que te den!", "¡Bruja! ¡Hasta la vista, baby!" para contrarrestar los intentos de un sector de la sociedad estadounidense que pide limitar el acceso a las armas. La abuelita killer podría tener algo de gracia si no fuera por la ideología que, sin segundo grado, subyace en las historias reescritas. Narrativamente hablando, que el lobo se coma a la abuelita funciona mejor que un final-principio a la Schwarzenegger. Y con las armas no se juega.

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