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actualidad

Esas posturas taaaaaan de madre

Posturas típicas de madres del siglo XXI, conciliando que es gerundio, y como veréis, las lumbares y cervicales sufren de lo lindo

Clara Blanchar
Glòria Vives

Este es un post a cuatro manos. Las de la ilustradora Glòria Vives y las de quien escribe. Twitter mediante, nos descubrimos hace unas semanas y le propuse ilustrar un post que llevaba tiempo en mente: posturas típicas y tópicas de madres del siglo XXI, conciliando que es gerundio y dándole a la árnica, cuando, como veréis, las lumbares, dorsales y cervicales sufren de lo lindo. Glòria tiene un blog, Julia al día, en el que narra el día a día de su maternidad. Me gustan la frescura de sus dibujos, la paleta de colores y las tramas que utiliza y el punto de autorretrato que tiene la madre protagonista: la melena oscura y rizada es marca de la casa (la suya). Estoy segura de que no será la última colaboración. Y me alegro, porque como dice Carlos, un amigo suyo, Glòria lo va a petar.

Saboreando, sa-saboreando

Dice Glòria que si su madre y su suegra la ven en plena faena, como en la imagen, la desheredan. Yo digo que fijo que su madre y su suegra podrían ser también la prota de la ilustración. La escena va en contra de cualquier manual contra los accidentes domésticos, pero que levante la mano quien no se haya encontrado con el niño en una mano, la cuchara de madera en la otra y la cabeza ladeada sosteniendo el teléfono. En el 99% de los casos en el otro lado de la línea está la madre, la suegra o la canguro, con quienes negociamos la logística del día siguiente: el niño no baja de 38º.

El bebé becario

Glòria se ha dibujado con cara de cansada y de qué le vamos a hacer. Si la prota fuera yo, estaría gritando y dando manotazos a los manotazos de la enana. Habitualmente las niñas suelen subir al regazo cuando llevas más de lo razonable trabajando fuera de horas, y alcanzan el punto álgido de histeria antes de que salves el texto por última vez. Tengo una amiga que ha llegado a estar trabajando ante una pantalla grande con dos ventanitas abiertas: una con Baby Einstein, para el bebé, sentado en la trona; y la otra con Cars, para el de cuatro años. Una locura, sí, pero es lo que hay.

No es necesario hervirles

No falla. Cuanto más despelotado y sucio está el bebé, más arde el agua. Cuantas menos manos, más temperatura. Cuanto más lejos está el grifo, lo mismo. Al poco de parir a la primera, una comadrona del hospital de Sant Pau de Barcelona me dio un consejo drástico pero fantástico: cuando no sepas qué hacer con el niño, pase lo que pase, déjale en el suelo. Está frío, pero minimizas riesgos.

Dichosas manzanitas

Que la verdulera te devuelva el cambio y hayas desaparecido de su vista: agachada recogiendo las manzanas que esa niña taaaaaaaaaaaaaaan mona que has traído al mundo se dedica a echar por tierra. Dilema ¿las pago o las coloco y andando? Por experiencia, depende de la prisa que se tenga. Si se opta por colocarlas y tienes prisa, la escena se puede repetir hasta lo payasil, porque cuanto menos tiempo tengas, más veces se caerán. En estos casos, mejor pagar todo lo que haya por el suelo y declarar la semana de la manzana: pollo a la manzana, merluza con manzana, ensalada de manzana, compota de manzana, manzana al horno, tarta de manzana…

Soy un perchero

La frase “no soy un perchero”, a la salida del cole, llega siempre tarde, cuando en una mano ya tienes el álbum, el papel del bocata y una mochila. Y en la otra, una manualidad en relieve y las chaquetas. Es asombrosa la habilidad de los retoños para descargar sus pertenencias en nosotros, sus progenitores, mientras hablamos con seres de nuestra misma condición. Olvidé sugerir a Glòria que sonara un móvil. Añade emoción al momento.

También somos jirafas

Glòria la ha clavao. Pollaco en el asiento de atrás y cuello insuficiente para calibrar la magnitud de la tragedia. Hasta que pegas el grito padre y sanseacabó. (Lo sé, sé que venden un espejito, espejito que se pega al retrovisor y sirve para ver los dramas en cinemascope, pero solo me acuerdo en plena faena).

Encuentros embarazosos

Puede ser un amigo estirado, un exjefe, o exnovio a quien no querías encontrarte por nada del mundo. O todo lo contrario: alguien a quien sí te interesa encontrarte, por razones de trabajo, por ejemplo, pero NO ahora. Con el enano cansado, plasta, gritón, pidiendo que le cojas en brazos, interrumpiendo… liándola en fin, con todo el derecho del mundo pero justo cuando a ti menos te conviene.

El increíble poder de una papilla de verduras

El paso de la teta o el biberón a los triturados de fruta o verdura trae momentos que no se suelen documentar , pero son dignos de explicar la supervivencia de la especie. Ese bebé que lleva mierda hasta el cogote (literal) y que conforme vas desnudando va esparciendo la catástrofe hasta límites insospechados... mientras, solo en casa, buscas algo con lo que contener el tsunami.

Los niños no se rompen

Seguro. No se rompen. Segurísimo. Lo sabe todo el mundo que ha intentado atar al carrito un niño a quien no le da la gana ser atado en el carrito. Ni de rodillas, con un pie inmovilizando el vehículo y todas nuestras fuerzas. Cuando se arquean no se rompen. Por suerte, tienen cosquillas.

Las madres tampoco

Las madres tampoco se rompen. Ni zigzagueando por los pasos de cebra hablando por el móvil (cómo cansa el brazo, ¿no?) y conduciendo con la otra mano un carro en el que, la mayor parte de las veces, lo que menos pesa es el niño.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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