Menos consumo y más cuidados para una vida sostenible
Por Lidia Ucher, de Ecooo, y Paz Serra, del Espacio Ecooo y la librería Ecooolibre
¿Por qué no pusimos los medios para salvarnos cuando todavía estábamos a tiempo? ¿Por pura estupidez? Es la pregunta que nos haríamos todos en un hipotético colapso civilizatorio devorado por una cultura consumista cuya huella es cada vez más destructora: de las personas, del aire que respiramos, del agua que bebemos, de la tierra que excavamos insaciablemente para obtener energía sucia, contaminante y finita, en vez de tomarla de fuentes renovables como nuestro sol. "Evitar el colapso de la civilización humana requiere nada menos que una transformación absoluta de los patrones culturales dominantes.” nos recuerda Erik Assadourian, investigador del Worldwatch Institute, en su informe “Auge y caída de la cultura consumista”.
Y los interrogantes son, volviendo a nuestros días: ¿Es posible ese cambio de paradigma?¿Tenemos modelos a seguir para una vida digna y sostenible? ¿Cómo garantizar el buen sentido del giro? El sello de garantía de unas vidas más sostenibles pasa por unas sociedades más cohesionadas, donde las relaciones humanas y económicas estén basadas en la cultura de la comunidad como gestora de los bienes comunes. Tarea nada fácil en una sociedad como la nuestra, tejida en el apoyo familiar para casi todo: estudiar, buscar empleo, tener casa, emprender, cuidar a nuestros hijos y mayores...
Llegados a esta encrucijada, en la que el aire de nuestras ciudades se hace irrespirable, el cambio climático hace estragos en nuestra salud y en la calidad de nuestros alimentos y nuestras vidas, y donde la explotación de personas y recursos no conoce límites, sin resquicio a vidas dignas y sostenibles, parece inevitable responder con un “caminante, no hay camino… se hace camino al andar”. Es decir, comenzar a transitar una senda aún por definir, pero claramente en una dirección distinta a la tomada hasta ahora, y que reoriente las instituciones claves que modelan la cultura señaladas por Assadourian: “la educación, las empresas, los gobiernos y los medios de comunicación, así como los movimientos sociales y unas tradiciones humanas consolidadas”.
En lo que toca a los gobiernos, esta semana hemos vivido el primero de los pasos dados en este sentido desde un gobierno local: el de la ciudad de Madrid. Se trata del Foro Abierto de Economía Social y Solidaria, el primero de los encuentros entre empresas de economía social de Madrid y la institución local que quiere ser germen de un modelo productivo “que fomente las relaciones sociales, ambientales y económicas más justas y sostenibles”.
Toda economía ha de tener en cuenta en cómo está influyendo en la gestión de otras necesidades, más allá del “ser, tener, estar, hacer”: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. Así lo subrayaba en el Foro Abierto Javier Barbero, concejal de Seguridad, Salud y Emergencias de Madrid, citando al economista Max Neef. “Protección no solo es una tarea policial: es evitar la pobreza energética en los hogares: que un niño se sienta protegido cuando se levante de la cama a media noche para ir al baño y pueda encender la luz”. Consideraciones como ésta, ya lo hemos dicho, es más fácil que surjan en momentos como el actual. Cuando el apoyo mutuo se hace la única forma de resistir los embistes de un capitalismo alienante en crisis, inevitablemente giramos la vista y la ponemos en lo común. En apoyar a la vecina que no puede pagar la luz o el pan. El reto que tenemos entre manos, sin embargo, es, como señaló Carlos Sánchez Mato, concejal de Economía y Hacienda, convertir esta respuesta en la normalidad. Tú, yo, ella, él, nosotros, tenemos que cambiar nuestra manera de consumir, consumir menos, consumir diferente. Conscientes de todos los valores que podemos apoyar cada vez que ponemos nuestro dinero a trabajar.
Economía social: el dinero, al servicio de las ideas
“La economía social es algo extraordinariamente novedoso, hay cantidad de experiencias por el mundo y una diversidad riquísima, por lo que debemos conducirnos por esa senda y ser contagiosos”. Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, anunciaba así la creación del Consejo Consultivo para la Economía Social y Solidaria, como una de las herramientas para este cambio de paradigma desde el gobierno local, contando con el bagaje en el campo del emprendimiento social de la Red de Economía Alternativa y Solidaria y el Mercado Social de Madrid.
“Se trata de funcionar como mecanismo corrector de desigualdades y fomentar hechos positivos como el autoempleo. Ya hay una normativa legal a escala estatal y a escala europea: legislaciones específicas necesarias para que la economía social tenga el papel que merece. Está claro que ha habido un abandono institucional de la economía social. Pero queremos dar un giro a la insuficiente legislación para su fomento”. Así se refería el concejal Sánchez Mato a las cláusulas de economía social y solidaria que el Ayuntamiento ha incorporado para la contratación pública. “Somos defensores de lo público y esta iniciativa es complementaria para que Madrid tenga una visión amplia de la economía al servicio de los ciudadanos y ciudadanas de Madrid”.
Pero lo más interesante de esta iniciativa pasa por las acciones concretas que ya están en marcha en barrios, distritos, mercados municipales y otros espacios de Madrid para “que el dinero esté donde están nuestras ideas”, como destacó Sandra Salsón, de la red REAS, en este foro abierto. Experiencias como las de empresas de no lucro que ponen el dinero a trabajar “al servicio del cambio de modelo energético” y que animan a desinvertir en fósiles para invertir en energías renovables, como Ecooo, las alternativas de moneda social como el boniato en Madrid o el Ecosol de la Xarxa d’Economia Solidària de Catalunya, y otras muchas iniciativas de emprendimiento social agrupadas en torno al Mercado Social de Madrid, una red de producción, distribución y consumo de bienes y servicios con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios, constituida por empresas y entidades de la economía social y solidaria junto con consumidores y consumidoras individuales y colectivos.
Un foro en el que la emoción se podía palpar en el público. Personas que llevan ya años trabajando para que la rareza se convierta en norma. Pero también casos de gente que se acercaba por primera vez al concepto de economía social y solidaria. Cooperativas, comerciantes de barrio, empresas, asociaciones y plataformas ciudadanas con un claro vínculo común: poner la economía al servicio del bienestar general, algo que León Walras ya defendía en el siglo XIX.
Es hora de que todas estas alternativas al modelo consumista imperante cuenten con el impulso definitivo que los gobiernos locales, siempre poniendo a las personas en el centro. Siguiendo el ejemplo del gobierno local de Madrid, con ejemplos como el del programa “Ciudad de los Cuidados”, se hacen necesarias unas políticas públicas que se pongan a la altura de una ciudadanía que quiere decidir por sí misma y abordar los cambios que permitan la sostenibilidad de la vida.
Ahora, como dijo Sánchez Mato, “se trata de ponerlo en práctica, y que Madrid, como foco de iniciativas novedosas, ponga el sello de novedad al impulso de la economía social”.
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