Entre China y el petróleo
Una subida del crudo calmaría a los mercados y alejaría los riesgos de una recesión global
Los mercados de valores han experimentado el peor inicio de año desde la crisis financiera. Aunque las cifras de crecimiento hoy son mucho mejores que en 2009, sin embargo las expectativas de baja inflación son mucho más preocupantes que entonces. La principal explicación de este fenómeno es la caída de los precios del crudo. En 2009, si bien el precio del petróleo también cayó un 75%, el período de caída fue solo de 12 meses frente a los 18 meses actuales. Una de las explicaciones de que las expectativas de precios del petróleo sean el termómetro del riesgo de deflación mundial es que se espera que China, la economía que explicó el 40% del aumento de la demanda de crudo en los últimos 10 años, continúe desacelerándose, lo que afectaría a la baja al precio del petróleo.
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En 2011 el FMI proyectaba para China un crecimiento del 9,5% en 2015; finalmente ha sido del 6,9%, según las controvertidas estadísticas oficiales. En términos nominales, el crecimiento ha pasado de tasas superiores al 20% antes de la crisis a apenas un 6%. Incluso se puede hablar de riesgos de deflación ya que el deflactor de PIB chino en el último trimestre fue negativo, -0,8%. La percepción exterior sobre China ha cambiado. Hasta mediados de 2014 la conjunción de un crecimiento rápido, moneda estable con tendencia a apreciarse y altas tasas de interés atrajeron a los inversores extranjeros. Ahora el proceso está revirtiendo con tipos de interés nominales a la baja, debilidad del tipo de cambio y menores expectativas de crecimiento. En 2015 las reservas internacionales de China han caído 512.700 millones de dólares y se estima que la salida de capitales superó los 700.000 millones en 2015, equivalentes al 65% del PIB español.
La situación actual es insostenible y los mercados lo saben. Ni siquiera China puede lograr lo que los economistas llaman la trinidad imposible: tasas de interés bajas para impulsar el crecimiento al mismo tiempo que se resisten a la depreciación de su moneda y continúan con salidas y entradas de capitales por encima de lo que esperaban en un sistema con control de capitales. Tradicionalmente este trilema se rompe por la vía de una depreciación de la moneda, en este caso el yuan.
El temor a una próxima depreciación del yuan también es el resultado de la insuficiente velocidad del cambio de modelo de crecimiento chino hacia un mayor consumo desde un modelo basado en la inversión. El crecimiento actual es menor que el de los últimos años porque el aumento del consumo no basta para reemplazar la desaceleración de la inversión que ya se ha producido. Mientras no se acelere esta transición, la solución más fácil es depreciar para que las exportaciones contribuyan al crecimiento.
El problema es cómo lograr a corto plazo una reducción de los tipos en China que ayude al crecimiento y que no suponga reducir su diferencial de intereses con los del dólar
Esta potencial depreciación es valorada por los mercados como un cisne negro que llevaría a la inestabilidad financiera y probablemente a la recesión global. Para la economía mundial es clave evitar una fuerte depreciación en China que altere las cadenas de producción en Asia, dañando a los países vecinos y causando una “guerra de divisas”. Se deben reducir estos riesgos de depreciación con más crecimiento o menor desaceleración de la economía por vías distintas a la depreciación. Este es el problema: cómo lograr a corto plazo una reducción de los tipos de interés en China que ayude al crecimiento y que no suponga reducir su diferencial de intereses con los del dólar para evitar una mayor debilidad de su moneda.
Para alcanzar este objetivo necesitamos dos cosas: que la Reserva Federal estadounidense reconozca los riesgos económicos globales y señale que no va a subir sus tipos de interés en el corto plazo; y que aumente la inflación en China y en general en el mundo. ¿Cuál es la mejor medicina para elevar la inflación? Pues que suban los precios del petróleo.
Por eso las cotizaciones de todas las Bolsas secundan los movimientos del petróleo. Los mercados, para calmarse, necesitan una subida del precio del crudo que disminuya las presiones deflacionistas mundiales y que permita una reducción de los tipos de interés reales en China, lo que facilitaría una mayor demanda y crecimiento en China y reduciría las presiones depreciatorias sobre su moneda, alejando así la probabilidad de una recesión global. ¡Quién lo iba a decir! ¡Una subida del precio del crudo es positiva para la economía mundial!
La afirmación de que es bueno para la economía mundial que suba el petróleo es consecuencia del análisis de un economista, independientemente de que este sea el director de estudios de una empresa de petróleo y gas.
Pedro Antonio Merino García es director de Estudios de Repsol.
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