Un edificio del siglo XIX que habla del siglo XXI
FOTO: Stella Rotger
Desconfíe del adjetivo sostenible aplicado a edificios acabados con aspecto tecnológico. Un inmueble existente se puede transformar en otro que genera más energía de la que consume. Los ayuntamientos que prioricen ese tipo de rehabilitación en sus inmuebles no darán la espalda a esta realidad que permitirá la convivencia estilística y medioambiental de la arquitectura.
Convivencia, sostenibilidad, conservación, memoria, civismo, adaptación, cambio… Can Portabella, en el barrio barcelonés de Sant Andreu, fue cuando se construyó en el siglo XIX la sede de la sociedad algodonera. Hoy se reinaugura como centro cívico y como lección de convivencia, respeto, restauración y ahorro energético. La remodelación de Josep Bunyesc ha hecho que un inmueble más que centenario se transforme en un edificio que habla de los retos del siglo XXI. Y los resuelve. Veamos por qué.
Asegurar la conservación y prever el mantenimiento de un edificio es velar por su futuro, más que augurarle, asegurarle larga vida. Eso hace la intervención de este arquitecto. De un lado, dobla la superficie útil del edificio original –añadiendo una nueva planta y recuperando el atrio interior- . De otro, le devuelve la luz natural –a ese atrio central-. Por último, transforma el viejo-nuevo inmueble en un edificio de nulo consumo energético. Ese balance 0 lo logra almacenando más energía de la que consume –gracias a los paneles fotovoltáicos instalados en la cubierta- y reduciendo el gasto energético gracias al nuevo aislamiento de las fachadas, al empleo de madera en la estructura de la nueva planta, a la recuperación de la fuente de luz natural en el centro del edificio y a la protección solar móvil de las nuevas fachadas.
Así, además de conservar un patrimonio cultural (las bóvedas cerámicas interiores o el forjado metálico original) la ampliación del centro rescata parte de su deteriorada naturaleza (recuperando el patio) y dobla la superficie del mismo dedicando ese patio no sólo a circulación sino también a zona de talleres y añadiendo una nueva planta al inmueble. La estructura de esa nueva planta está enteramente construida con madera -200 metros cúbicos de madera de abeto- . Esa decisión además de aumentar el aislamiento del inmueble consigue para la obra un balance de CO2 positivo “debido a que esa estructura almacena en su interior más CO2 del que se ha generado durante toda la obra”.
Un nuevo exterior de chapa galvanizada grecada y microperforada, oculta un grueso aislamiento perimetral (entre 12 y 24 centímetros) realizado con materiales naturales como algodón reciclado o fibras de madera. El edificio también acumula agua de lluvia y cambia según la estación para atrapar o rechazar los rayos solares.
Finalmente, lo que sucedió en el interior –donde se deshizo el muro que tapiaba el atrio central- tiene un eco en los alrededores del edificio. Bunyesc y su estudio re-conectaron el inmueble con la plaza derribando las vallas que lo confinaban. Así, la plaza de la entrada habla el mismo idioma que la plaza posterior: respeta los arboles centenarios y está pavimentada siguiendo los recorridos lógicos de los peatones. El color del pavimento revela también el pasado delimitando la huella de la antigua garita de control que vigilaba lo que antaño era una zona industrial y hoy es un lugar de ocio urbano y cívico.
Precio por metro cuadrado según arquitecto: 1.200euros
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