Es el momento de la política
Dos meses después de unas elecciones que se postulaban como el “presuntamente deseado” final del bipartidismo y de las mayorías absolutas, a los españoles se nos atraganta la aritmética y la empleamos como arma arrojadiza contra los únicos dos partidos que se han sentado a conversar sin condiciones previas, comenzando por los puntos en común. Desde los medios se alaba más la coherencia de los inmovilistas que la flexibilidad de aquellos que ceden, se subrayan las contradicciones y se desalientan las esperanzas de los que aún confiamos en que los políticos electos cumplan con su tarea: formar Gobierno. Alimentados por soflamas más propias del deporte o la guerra (o conmigo o contra mí), reacios al pecado nefando del diálogo y la concesión, a los españoles se nos ven las hechuras, tanto mejores súbditos que ciudadanos.— Lucas Bargiela Lemos. Santiago de Compostela (A Coruña).
Tras las últimas elecciones asistimos al paroxismo de los números. Empezó el presidente del Gobierno “declinando” presentar su programa de gobierno para su investidura porque, dijo, no reunía los suficientes apoyos. Primer error: los apoyos solo se conocen una vez convocada la votación en el Congreso y, antes, los ciudadanos tenemos el derecho de escuchar el debate de los programas con argumentos que los apoyen o que los refuten. Esto no puede ser sustituido ni por cálculos aritméticos ni por reuniones. Profundizando en el error, cuando el siguiente candidato propuesto por el Rey busca apoyos y entabla negociaciones, tertulianos y analistas se lanzan a descalificar estas iniciativas y a calificarlas de “teatro” porque, según su sapiencia, no dan los números. No se puede confundir la esencia de la democracia, que es el debate de propuestas que nos orienten sobre lo que unos y otros argumentan, sin intermediarios, sustituyéndola por la aritmética.— Justo Pageo Ruzafa. Almería.
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