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Blogs / El Viajero
El viajero astuto
Por Isidoro Merino
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Logística viajera: en busca del váter perfecto

Isidoro Merino

Los váteres son como una caja de bombones: nunca sabes cuál te va a tocar (la metáfora se la he copiado a Forrest Gump; tiene más gracia si antes de abrir la caja de bombones la pones un ratito al sol).

Logística viajera

La experiencia de hacer pipí o popó en un lugar desconocido puede ser traumática, algunos no logran nunca superar lo que han visto (u olido) en algunos cuartos de baño. “Los váteres son como los hombres, o son una mierda o están ocupados”, leí en una ocasión en un lavabo de señoras (no me preguntéis qué hacía allí, no lo recuerdo). “Pero son más importantes”, había escrito alguien debajo. Cierto.

Resolver las necesidades fisiológicas en los viajes puede ser un obstáculo ante el que algunos viajeros se atascan mientras que otros se ven desbordados. Lo malo es que las guías de viaje incluyen recomendaciones sobre restaurantes donde comer y hoteles donde dormir, pero pocas veces mencionan dónde resolver la tercera (y no menos importante) necesidad fisiológica. Una excepción es Lonely Planet, que suele incluir en sus guías un apartado de consejos generales sobre los aseos públicos.

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En su guía de Marruecos, por ejemplo, advierten: “Los servicios suelen ser letrinas (a los que los marroquíes llaman “baños turcos”) con un grifo, manguera o recipiente de agua para enjuagarse; la idea es lavarse (con la mano izquierda) al acabar. Fuera de las principales ciudades escasean los lavabos públicos. Si se encuentra uno, hay que llevar papel, una propina para el encargado, calzado de suela fuerte y muy a menudo una pinza para la nariz". A lo que yo añadiría: si das con un váter limpio, úsalo con o sin ganas, porque nunca se sabe cuándo habrá otra ocasión.

Amor de váter

En el polo opuesto de las aterradoras letrinas están los limpísimos Toilet Shop, una mezcla de váter de diseño y tienda de cosméticos que se está imponiendo en tiendas, centros comerciales, estaciones de tren y gasolineras de varias ciudades de Europa. La cadena holandesa 2theloo, (por la expresión inglesa Going to the loo, ir al baño), una empresa dedicada a los aseos públicos de lujo, abrió su primer centro en Ámsterdam en febrero de 2011, y hoy cuenta con más de un centenar de instalaciones en diversos países de Europa, entre ellos España.

Los podéis encontrar en lugares como el mercado londinense de Covent Garden, el centro comercial Maremagnum de Barcelona, la estación madrileña de Atocha y la estación del Norte en Valencia, donde se acaba de inaugurar.

Además de aseos limpios y bonitos, estos glamurosos váteres de pago (60 céntimos) ofrecen WiFi, climatización, música, espacios para familias y una tienda con artículos de tocador, bebidas y regalos.

Las cabinas, completamente cerradas y con sistema de ventilacion, están decoradas con sorprendentes fotografías a modo de trampantojos.

Volviendo a las metáforas: los aseos públicos son como los libros, hasta que no los abres y los lees no sabes de qué van. Los hay que dan miedo, con cosas que cuelgan de las paredes como en las novelas de Stephen King, y otros que se muestran tan limpios y perfumados como un capítulo de Mujercitas.


¿Existe algún método para dar con el váter más limpio y bonito? Según los expertos de Wiki Answers, sí: en los aseos múltiples de estaciones, restaurantes, aeropuertos, el cubículo más cercano a la puerta suele ser el más limpio, dicen, por el pudor que nos empuja a buscar la intimidad lejos de la entrada. Yo tengo una duda para los expertos de Wiki Answers: ¿y qué pasa si todos pensamos lo mismo?

La llamada de la naturaleza

"When nature calls, even intrepid travelers prefer a comfortable reply" (cuando la naturaleza llama, hasta los viajeros intrépidos prefieren una respuesta confortable). Tú smartphone (móvil, celular, teléfono inteligente) puede dar respuestas a la imperiosa llamada de la naturaleza: aplicaciones gratuitas como Sit or Squat (en inglés, siéntate o ponte en cuclillas) o Toilet Finder (buscador de váteres) te localizan los aseos más cercanos y limpios en caso de emergencia. Sus bases de datos se actualizan con la información facilitada por los usuarios, así que después de tirar de la cadena, lávate las manos y escribe tu opinión.

En su ensayo Elogio de la sombra (1933), el escritor japonés JunichiròTanizaki (1886-1965) escribe: "un pabellón de té es un lugar encantador, lo admito, pero lo que sí está verdaderamente concebido para la paz del espíritu son los retretes japoneses." Tanizaki se refiere a los váteres de algunos monasterios de Kyoto o Nara “construidos a la manera de antaño, semioscuros y sin embargo de una limpieza meticulosa (…) Siempre apartados del edificio principal, están emplazados al abrigo de un bosquecillo, de donde nos llega un olor a verdor y a musgo”.

No sabemos si a Tanizaki le gustarían los nuevos retretes japoneses hightech, lo último en confort para las nalgas, tronos con un sistema de calefacción incorporada que garantiza un cálido recibimiento para las posaderas y chorritos de agua orientables, de temperatura y presión graduables, para una higiene impecable y con cosquillitas. Confieso que yo me volví un adicto cuando visité Japón.

Del iPad al iPoo

Frente a los baños estándar, “que normalmente son difíciles de usar, muchas veces se atascan y en ocasiones no reconocen su culo”, el diseñador Milos Paripovic propone su iPooToilet, “un retrete que tiene exactamente la misma función que cualquier otro retrete y solo cuesta el doble.” Un guiño malvado a los diseños de Apple y a la Fuente de Duchamp, un urinario convertido en obra de arte.

Flush-Flush en el avión

En las aeronaves de pasajeros no hay aseos ni retretes, sino Lavatories. El Lavatory es un cuarto de baño compacto en que todo está empotrado como en un mueble de cocina.

Para utilizarlo, hay que tener algunas nociones de programación informática (y saber una pizca de inglés): lock-unlock; occupied- vacant, 0-1, puro código binario. Como ocurre con los asientos, entre los Lavatories también hay clases.

¿Se practica sexo en ellos, como se veía en Emmanuelle (1974)? La respuesta a esa pregunta se la dejo a los miembros del Mile High Club, que saben más que yo.



Al raso

En Cómo cagar en el monte (Desnivel editores), Kathleen Meyer realiza una aproximación ecológicamente sensata a un arte perdido, pero imprescindible para viajar a lugares remotos o salir de excursión a la sierra.

El libro incluye capítulos como Anatomía de la mierda (capítulo 1), Excavar el agujero (capítulo 2) y, quizá el más interesante, Cuando no puedes excavar un agujero (capítulo 3) seguido del trascendental El suplicio del empacador de caca en solitario (capítulo 4).

Hasta el infinito y más allá

Y por último, pero no por ello menos importante: ¿cómo hacen caca los astronautas? Al principio de la carrera espacial, los astronautas (o los cosmonautas si eran rusos) tenían que llevar bolsas de dodotis a bordo para contener las deposiciones. Tras arduas investigaciones y después de observar a la señora de la limpieza, los ingenieros de la NASA descubrieron cómo evitar que la estación espacial se llenase de bolitas de mierda flotando por todas partes (por la falta de gravedad): haciendo pis y caca en el tubo de una aspiradora. Los residuos van a parar a bolsas plásticas que luego son compactadas y selladas. En la foto de abajo, la primera versión de la NASA de un toilet para la gravedad cero.

Y tú, ¿cómo resuelves este aspecto logístico de tus viajes? ¿Dónde has encontrado el váter (trono, excusado, retrete, tigre, toilet, letrina, WC, aseo, cuarto de baño, agujero) más limpio o más asqueroso?

Los que os hayáis quedado con ganas podéis visitar esta fotogalería.

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Sobre la firma

Isidoro Merino
Redactor del diario EL PAÍS especializado en viajes y turismo. Ha desarrollado casi toda su carrera en el suplemento El Viajero. Antes colaboró como fotógrafo y redactor en Tentaciones, Diario 16, Cambio 16 y diversas revistas de viaje. Autor del libro Mil maneras estúpidas de morir por culpa de un animal (Planeta) y del blog El viajero astuto.

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