Sexo en los aviones
¿Hay algún miembro del Mile High Club a bordo de este blog? Para aquellos que aún no lo sepan, se trata de “una fraternidad compuesta por tripulantes de cabina, auxiliares, pilotos y algunos intrépidos pasajeros que han practicado sexo dentro del avión a más de una milla de altitud (5.280 pies)”, según reza su página oficial en Internet.
En esta web, de corte humorístico, se cuenta que su primer miembro (nunca mejor dicho) fue el estadounidense Lawrence Sperry (1892-1923), pionero de la aviación y consumado seductor, además de inventor del piloto automático. Una cosa conduce a la otra, ya se sabe.
Por ella nos enteramos de que Sperry inauguró el club en noviembre de 1916, mientras daba clases de vuelo a Mrs.Waldo Polk, una dama de la alta sociedad neoyorquina con ganas de emprender el vuelo. Por causas desconocidas (¡JA!), el avión se precipitó al mar cerca de Long Island, Nueva York; ambos fueron rescatados sanos y salvos, aunque mojados y sin ropa, por dos cazadores de patos. La prensa local se hizo eco del incidente con titulares como “Aerial Petting Leads To Wetting”, algo así como “Una aventura en el aire acaba en chapuzón.” Sperry se acabó estrellando mortalmente en aguas del canal de la Mancha, presumiblemente acompañado y feliz, cuando pilotaba su hidroavión Curtiss C-2 con piloto automático.
Desabróchense los cinturones
Aunque la historia de Lawrence Sperry es cierta, no existe oficialmente ningún Mile High Club, es una broma entre tripulaciones que luego se extendió a todos los que aprovechan la tenue iluminación de los vuelos nocturnos (Red Eye Flights, vuelos de ojos rojos, en la jerga aeronáutica) y la escasa cobertura de las mantas de las compañías aéreas para hacer cositas.
En una entrevista concedida a la revista GQ, el magnate Richard Branson, dueño del grupo Virgin, alardeó de haber mantenido una aventura sexual en pleno vuelo entre Londres y Los Ángeles. Fue cuando tenía 19 años y con una mujer casada. "El problema es que los servicios de los aviones son muy estrechos y las acrobacias no pueden durar. No hay sitio y la gente empieza a golpear la puerta”,confesó.
Aunque incómodo (que se lo digan a Sylvia Kristel, la actriz protagonista de Emmanuelle), un quickie en el reducido espacio del aseo o bajo la escueta manta de un avión da mucho morbo. Un morbo que han aprovechado algunas aerolíneas chárter, como la estadounidense Flamingo Air para fletar avionetas donde mantener relaciones sexuales. Los affaires en las alturas también han inspirado libros como The Mile High Club. Plane Sex Stories,una antología de relatos eróticos de Rachel Kramer Bussel que se vende en Amazon.
Hasta existe un manual, con un estilo gráfico similar a las instrucciones de seguridad que hay en los asientos de los aviones, que instruye sobre las posturas y posibilidades eróticas (sin llamar mucho la atención) que ofrecen las aeronaves de pasajeros.
Pero no nos engañemos: echar una canita al aire en el aire, sea a 3.000 o a 30.000 pies, no está bien visto. A la azafata de Quantas Lisa Robertson la despidieron por encerrarse en los baños con el actor Ralph Fiennes durante un vuelo entre Darwin (Australia) y Bombay. Y Singapore Airlines, tras poner los dientes largos con las 12 suites de lujo que ofrece a bordo del Airbus A-380 (con camas de matrimonio y champán a discreción),tuvo que pedir a los pasajeros que las ocupaban que se abstuviesen de tener relaciones sexuales en ellas, ya que la tripulación y el resto del pasaje no se perdían detalle de la banda sonora.
Repito la pregunta: ¿hay algún miembro del Mile High Club en este vuelo?
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