Ir al contenido
_
_
_
_
3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Otra Europa es posible: mensaje a nuestros gobernantes desde las costas de Lesbos

Escribe Laura Hurtado, @laurtado, periodista de Oxfam Intermón, a su regreso de una visita a Lesbos.

Un grupo de voluntarios atiende a una persona en Lesbos. Imagen de Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Pilar, Manon y Giacomo esperan en una playa de Lesbos a que llegue otro bote. Han venido de España, de Francia y de Italia para ayudar a las personas que cada día llegan a estas costas buscando refugio. Traen cajas con ropa de abrigo, agua, comida, pero sobre todo muchas ganas de recibir con cariño a la gente que huye de la guerra y de la pobreza.

De repente, se ven unas luces pequeñas, como flashes que se acercan, y entonces en medio de la oscuridad aparecen sus rostros llenos de miedo. Hombres, mujeres y niños apelotonados y encogidos por el frío. Personas que se han jugado la vida en un bote de plástico, a merced de las olas y con el temor de que la guardia costera turca los vea y los devuelva al punto de partida.

Los voluntarios se activan rápido. Tres se tiran al agua para acercar el bote a la playa y luego, en fila, ayudan a los pasajeros a salir. Primero los niños. Luego la gente mayor. No faltan los abrazos y las sonrisas. Welcome, welcome, repiten todo el rato. Muchos llegan titiritando, hay algún caso de hipotermia. Los cubren con mantas, les ayudan a sacarse la ropa mojada y les dan pantalones, calcetines o zapatos secos.

Algunos refugiados lloran. Vemos a un hombre deshecho en lágrimas abrazando a su bebé de cuatro meses. Lloran por el miedo que han pasado, pero también de alegría. Por fin han llegado a Europa. Se hacen selfies cuando empieza salir el sol, llaman a sus casas. “Estamos bien. Lo hemos conseguido”, dicen.

Pilar, Manon y Giacomo, como otros cientos de voluntarios que deciden cogerse vacaciones para venir hasta aquí, son un halo de esperanza en medio del drama humanitario que cada día se produce en nuestras playas. Como el trabajo que hacen ONG, grandes y pequeñas, que dan protección y asistencia a miles y miles de refugiados y migrantes durante el penoso viaje que empieza en Grecia y pasa por los países balcánicos (Macedonia, Serbia, Croacia y Eslovenia).

Estos voluntarios deberían ser un ejemplo para nuestros gobernantes. Aunque en su caso no estamos apelando a su solidaridad, sino simplemente a su responsabilidad. Porque los países de Europa, de acuerdo al Convención de los Estatutos de los Refugiados de 1951, deben respetar el derecho al asilo al que está sujeto cualquier individuo. Incluso para aquellos que no se les considera sujetos de asilo o de ninguna otra forma de entrada legal, el proceso de retorno debe ser respetuoso con los derechos humanos. Es decir, nada de vallas o devoluciones en caliente.

Pero está claro que nuestros gobernantes europeos no están a la altura. Su respuesta es inexistente o insuficiente y en muchos casos agrava aún más la desesperación de quienes solo buscan un tener un futuro mejor. Cerrar las fronteras, aumentar los controles o restringir el paso de determinadas nacionalidades, solo contribuye a que miles de personas busquen rutas aún más peligrosas y caigan en manos de las mafias y los traficantes de personas.

Como Pilar, Manon y Giacomo que esperan día tras día en las playas de Lesbos, todos y todas debemos hacer lo posible para parar esta tragedia. Una posibilidad es acudir a la marcha europea del 27 de febrero y demostrar que otra Europa es posible. Somos muchos los que pedimos a nuestros líderes políticos que garanticen vías legales y seguras para las personas que buscan refugio. No queremos que nadie más tenga que morir en el mar delante de nuestros ojos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_