Llorad
El conflicto esencial de Derek Zoolander encarna el sufrimiento de todo hombre que cruza la delgada línea roja de la juventud
Zoolander 2, la nueva película de Ben Stiller, ha sido recibida por el público con carcajadas. Cuánta insensibilidad.
No niego que Stiller y su fiel compañero Owen Wilson nos tienen acostumbrados a comedias descacharrantes, y los hábitos se empeñan en sobrevivir. Pero esta vez es diferente. Como entiende cualquiera que sepa de arte, Zoolander 2 representa una oda nostálgica de la mediana edad.
La primera escena escenifica el sueño de todo cuarentón: ver a Justin Bieber acribillado sin piedad con una pistola automática. Bieber marca el momento preciso en que la generación de los setenta entregó el testigo a chicos con cara de bebé y cuenta de Instagram. Y nunca lo perdonaremos. A partir de entonces, la vida se llenó de hipsters veinteañeros que mastican jergas incomprensibles. En atención a nuestros sentimientos, uno de esos niñatos también muere violentamente durante otro delicioso momento de esta película.
Pero nada más conmovedor que una historia llena de menciones —incluso cameos— a Frankie Goes to Hollywood o Sting. En ese momento doloroso de la vida en que nadie reconoce los títulos de las canciones de The Police, las referencias musicales de Zoolander 2 te hacen sentir que no estás solo en este mundo antiguo y cruel.
En definitiva, el conflicto esencial de Derek Zoolander encarna el sufrimiento de todo hombre que cruza la delgada línea roja de la juventud. Ir al médico con más frecuencia no es grave. Pagar la hipoteca se puede soportar. Pero ya no molas. Y eso no tiene remedio en lo que te queda de vida.
Si vais a verla, olvidad la comedia ¡Llorad, malditos, llorad!
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