Richard Ford: "De niño yo era un joven racista en potencia"
El ácido escritor estadounidense afirma que creció en el lado equivocado. Publica libro y dice odiar que le ayuden a levantarse cuando se cae
Si uno se lo encontrara en un hotel en cualquier capital, le miraría y fallaría al menos tres veces antes de adivinar quién es. Sería “alguien”, de eso no cabría duda. Quizá Ian McKellen. O Terence Stamp. ¿Derek Jacobi? Clint Eastwood incluso, aventura su jefa de prensa. Richard Ford tiene aspecto de ser y haber sido enormemente atractivo. Mantiene una actitud seca y gentil. Y está repleto de opiniones sobre los hoteles. El de Barcelona en el que tiene lugar esta entrevista le parece ruidoso en el hall, aunque aprueba la luz de invierno que cae sobre una de las terrazas. No suele aparecer en sus biografías, que siempre le dan como nativo de Misisipi, pero en realidad el autor, que ha publicado Francamente, Frank (Anagrama), la última entrega de las correrías de su alter ego, Frank Bascombe, pasó la mayor parte escondiéndose en los rincones del hotel que su abuelo dirigía en Little Rock, Arkansas. “De ahí me quedó un gusto por lo macabro, por las historias truculentas que escuchaba a los huéspedes y a los empleados”, dice.
Es difícil imaginar lo que era tener 13 años en el sur en los años sesenta, donde todo el mecanismo del gobierno, las escuelas, toda la sociedad eran completamente monorraciales
Por eso en sus inicios decían que hacía “realismo sucio”. Todavía pienso que un libro es bueno cuando un tío entra en una habitación empuñando una pistola.
Creció en el sur de Estados Unidos en una sociedad segregada. ¿Le convierte eso en alguien mejor cualificado para hablar de estos temas? Me convierte en alguien cualificado, y punto. Cuando era niño, puede decirse que yo mismo era un joven racista en potencia, pero fui haciéndome más consciente. Me di cuenta de que no me sentía bien pensando así. Además, conocía a muchos negros que trabajaban en el hotel de mi abuelo y sentía una empatía natural hacia ellos. Es difícil imaginar lo que era tener 13 años en el sur en los años sesenta, donde todo el mecanismo del gobierno, las escuelas, toda la sociedad eran completamente monorraciales. No me perdono a mí mismo. Bueno, sí lo hago, pero eso es ignorar que estaba en el lado equivocado de la historia.
Este es el cuarto libro de Frank ¿Le utiliza para decir cosas que usted no diría? No, no hay nada que diría Frank que yo no suscriba. Me responsabilizo de sus palabras. La gente me pregunta en qué nos diferenciamos y mi respuesta suele ser que él es más simpático que yo, más amable.
En este libro, el huracán Sandy planea sobre las tres historias ¿Por qué Sandy? Usted dijo que jamás podría escribir sobre el 11-S, por ejemplo. Escribí sobre el 11-S, pero no ficción. Sandy sucedió cuando yo estaba en Nueva York. Mi mujer, Kristina, y yo llegamos a Nueva Orleans dos semanas después y nos quedamos a construir casas. Así que tenía muchas historias relacionadas con un huracán que estaban ahí esperando a salir. Meses después de Sandy, Kristina y yo fuimos a ver las ruinas de la costa de Nueva Jersey. Me conmovió y pensé: "Tienes que escribir sobre esto y quizá Frank sería útil. Como agente inmobiliario, sabe mucho sobre casas y sobre la gente que vive en ellas".
La exmujer de Frank está obsesionada con el huracán de manera morbosa. Le encanta escuchar detalles truculentos. Claro. A todos nos gusta leer sobre las horribles vidas de los otros y después cerrar el libro y preguntarnos: "¿Qué saco yo de todo esto?".
¿Es mi impresión o este es el libro más divertido y ligero de toda la serie de Frank? A mí, Frank siempre me ha parecido cómico, a pesar de que lidia con asuntos de vida o muerte. Igual tiene que ver con la edad. Envejecer es muy slapstick. Es una sensación de impunidad, de “soy viejo, si no te gusta lo que digo, lárgate”. Yo me caigo y antes nunca me caía. Estuve en Washington D. C., llevaba dos maletas y me caí en redondo al suelo. No me dolió pero fue muy perturbador. Varios hombres se acercaron a intentar ayudarme, lo que es todavía peor.
Frank idolatra al hijo que murió, pero los dos que le quedan vivos le irritan. Eso pasa. Llega un momento en que son personas tan distintas a ti que se van y no piensas en ellos como si fueran tuyos. He visto a mis amigos estar felices cuando se van sus hijos. No quieren que vuelvan.
Usted no ha querido tenerlos. Nunca. ¿Por qué iba a querer que me molestasen? No creo que pudiera ser un buen padre. Los míos fueron excelentes y no creo que tenga que demostrar que lo hago peor que ellos. Prefiero los cachorritos, no duran tanto.
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