Aforamiento para todos
Cuando era más joven quería ser famoso. Hoy, lo que de verdad me gustaría ser es aforado
Desde Miami, los premios Goya parecen una movilización patria para ofrecer una buena cara ante la que está cayendo. Curiosamente los representantes de ese buen ejemplo, Preysler y Vargas Llosa, no son de origen español pero demuestran lo grande que ha sido el país. Y que puede volver a serlo en cualquier momento. Resulta genial que sean los premios del cine, ese ámbito cultural tan detestado por el partido del Gobierno, el evento que refrenda aquella marca España. Es un fantástico giro argumental en el que la gala resulta uno de los pocos sitios donde ir a promocionarse, igual que El Hormiguero.
Poco después se publicó una foto de la infanta Cristina con los pelos de punta, erizados por el viento. Fue a causa del aire raro de Palma, pero parecía como si todo lo que había escuchado en el juzgado le hubiera dejado el pelo así. Lo bueno de que la Infanta no haya podido adosarse a la doctrina Botín es que tiene que asistir a todas las audiencias del juicio y así podrá enterarse por fin de lo que pasó. Es casi un favor que le hacen las tres juezas para que no vuelva a declararse desmemoriada o desconocedora de sí misma. Otra cosa que fascina del juicio Nóos es su capacidad para mantener la intriga, si no fuera por ese tristón decorado judicial, arrasaría en audiencia. El reparto es estelar, desde los Urdangarin-Borbón hasta Alberto Ruiz-Gallardón, que hará una reaparición estelar; Jaume Matas, que nos tiene a los seguidores del juicio en un ay porque su declaración fue casi tan emocionante como el momento en que Ama Rosa desvelaba toda su verdad en aquel antiquísimo culebrón radiofónico. O como cuando Emilio Aragón al fin se besaba con Belén Rueda en Medico de familia.
Incluso Rita Barberá tendría que ir a declarar, ella que está también en tela de juicio, esperemos que no nos dejen con las ganas de verla. Aquí en Miami, en una informal reunión de españoles, se analizaba su perfil como modelo a lo largo de sus más de 20 años como alcaldesa. En especial se destacó un traje color coral de mangas cortas y hombreras marcadas que parece ser su favorito cuando las cosas no son precisamente de ese color. Es su traje fetiche, se lo pone y se viene arriba. Se enciende. Es mar y es falla. De hecho, parecía llevarlo en esas imágenes furtivas que hemos visto en la tele estos días, donde aparece como atrapada en su casa, mirando entre telas a los ciudadanos como enemigos. Suele pasar con la gente que acumula poder durante mucho tiempo: se rodean fatal. Lo he visto en algunos amigos míos, se hace imposible llegar a ellos. Alguien de su partido, que quiere protegerla tanto, debería sugerirle que desempolve el traje coral de Super Rita y se lo ponga esta semana para presidir esas aburridísimas pero superprotectoras comisiones, para que al menos la nota de color aporte ese poquito de alegría.
Cuando era más joven quería ser famoso, convencido de que eso me daría poder. Veía que a los famosos todo el mundo los halagaba, desde presidentes a porteras. Hoy, lo que de verdad me gustaría ser es aforado. Tener un escudo protector como el Capitán América. Tengo suficiente preparación para usarlo. Controlo muy bien mis párpados y cuando me entra el sueñito en alguna reunión interminable, los entrecierro pero sigo atento. Gracias a un cierto éxito en la televisión, dispongo de dos bolsos Louis Vuitton, de hombre, y dicen que me sientan bien los colores fuertes. Lo que no tengo es esa caradura fascinante que poseen Rita y Cristina. Nada les afecta. Soy más expresivo. Lo más apasionante de la confesión pactada de Pepote, antiguo director de deportes del Gobierno Balear y antiguo amigo de la infanta Cristina, era precisamente la inexpresividad facial de la hermana del Rey. Si fuera yo, me levantaría y le daría una bofetada o le gritaría algo. Pero, claro, yo no soy De Borbón. Esa impasibilidad, ese autoconvencimiento de tu honorabilidad cuando todo apunta a lo contrario, igual que la clase, debe ser algo con lo que se nace. O con lo que te educan. O algo que te recetan.
Con Cristina en el juzgado, he recordado a Isabel Pantoja en la misma situación pero en primera fila. Pantoja se movía, tomaba agua, parecía viva. Y, además, llegó a decir que a ella la condenaban mientras que a la Infanta no. Y, mira tú por dónde, ahora que la reina de la copla va a estar libre, aunque con pulsera electromagnética, la Infanta podría entrar a la cárcel, tanto como habitante o como posible visitante.
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