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La hija de Sting cambia la pasarela por la música

Eliot Sumner reniega de su físico y del mundo de la moda

Eliot Sumner, en la apertura de la tienda de Swarovki en Londres.
Eliot Sumner, en la apertura de la tienda de Swarovki en Londres.GETTY IMAGES

Le gustan Abba, Aldous Huxley y los gintonic, pero su verdadera adicción son los volantazos. A sus 25 años, Eliot Sumner vive en una especie de constante cambio de rumbo entre la moda, la música y la actuación. Cuando su rostro andrógino pobló las marquesinas de medio mundo hace cinco años en una campaña de Burberry, todo indicaba que la hija de Sting despuntaría en la moda. Los diseñadores perseguían su belleza élfica, deseosos de subirla a una pasarela e integrarla en la aristocracia cool de los “hijos de roqueros”. Por entonces se hacía llamar Coco —mote regalado por su madre, la productora de cine Trudie Styler— y lideraba su propia banda adolescente, I Blame Coco, tratando de zafarse de la estela paterna. Desfiló un par de veces y, de improviso, desapareció. Abandonó Londres y se mudó a Nueva York, dejando atrás su cuenta de Instagram, las portadas de revistas, las fiestas con celebridades británicas, y su nombre.

Reaparición

La catarsis duró cuatro años y la devolvió a primera línea rebautizada y dispuesta a recomenzar. También abrumadoramente sincera. Renegó de su “estúpido mote”, de “los saraos de mierda” y en general, de sobreexplotar su imagen. Rescató su nombre original, Eliot —en honor al poeta y dramaturgo T .S. Eliot— y lanzó un nuevo disco, Information, donde se reivindicaba a sí misma con letras menos evidentes que aquel “escucha a mi banda, olvida a mi padre” de su debut. Conservó, eso sí, cierto aire ausente de no comprender muy bien lo que sucede a su alrededor. Confiesa que le disgusta su físico — “no me veo atractiva, odio los espejos”, dice— y que, en realidad, no le interesa la moda. Al menos las pasarelas. Porque aunque no ha vuelto a desfilar, sí ha accedido a ser imagen de firmas como Pull&Bear o Marc Jacobs, que han explotado su hipnótica androginia. Aún así, Sumner insiste en que su momento favorito de las sesiones es la última fotografía, porque ya no hay más.

El torbellino de honestidad no ha afectado solo a su vida profesional. El pasado diciembre, durante una entrevista a Evening Standard, confirmó que lleva varios años saliendo con la modelo austríaca Lucie Von Alten, sin que ello la etiquete como lesbiana. Afirma que no se siente “de ningún género en particular”, sino más cerca del denominado gender fluid, que subvierte los estereotipos y la hermana con otras caras conocidas como la actriz Ruby Rose, que rechazan ser definidos como mujer o como hombre. “No creo en las especificaciones, siempre he tratado de averiguar quién soy”, añadió. Una búsqueda que la mantiene activa hasta el próximo volantazo, que podría ser el cine. Ya interpretó un pequeño papel en Stardust, pero ahora sueña con desaparecer tras las cámaras, haciendo bandas sonoras. Algo que no sigue la estela de sus padres, pero irónicamente sí conjuga —catarsis mediante— ambos mundos.

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