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La reinvención del casco

Dos ingenieros valencianos han probado suerte con la ambición de producir un casco plegable y ahora se venden en el MOMA de Nueva York y el Design Museum de Londres

Imagen promocional del producto Closca.
Anatxu Zabalbeascoa

Uno se percata de que está ante un buen diseño cuando no le queda claro si llamarlo diseño o invento. El gran diseño se reconoce a su vez con facilidad porque esa frontera entre la creación y la invención está trabajada a partir de una resta: simplificando. Del palo que la fregona añadió al trapo para evitar agacharse a la aceitera anti-goteo, lo mejor del diseño español trabaja ese margen escaso de las pequeñas grandes ideas.

Siguiendo esa tradición, dos jóvenes ingenieros valencianos, Carlos Ferrando y Rafa Cerdá (Closca Design), han probado suerte con la ambición de producir un casco plegable. Decidieron urbanizarlo: acercarlo a las gorras y alejarlo de los protectores utilizados en las competiciones deportivas. Se plantearon que para pedalear por la ciudad no era necesario calzarse un artilugio aerodinámico que dibujase cara de velocidad. Fue así como hallaron un filón a la hora de repensar el casco urbano.

Para alejarse del deporte y acercarse a la vida cotidiana, pidieron ayuda al estudio de diseño CuldeSac, un colectivo, también valenciano, especializado en explorar caminos alternativos -“añadir valor a las marcas” lo llaman ellos-. La unión hizo la fuerza y el año pasado comenzó a venderse el casco Closca Fuga, una protección de poliestireno expandido y policarbonato homologada en Europa, Estados Unidos y Asia que, al estar compuesta de tres anillos móviles, puede plegarse. Recogido, ocupa la mitad del volumen que cualquier casco de ciclista (apenas seis centímetros) y, por lo tanto, puede llevarse en el bolso o en un maletín. Que este casco plegable –con orificios de ventilación- era un gran invento lo certificó el premio Red Dot con el que se hizo nada más ponerse a la venta. Que entra por los ojos lo revela, a su vez, el hecho de que sea uno de los pocos productos españoles a la venta en las tiendas de los oráculos del diseño industrial: el MOMA de Nueva York y el Design Museum de Londres.

Un dato más confirma que este casco es un invento de los que llega para quedarse. Tras alcanzar un éxito fulminante, sus autores no han comenzado a barajar nuevos colores, estampados y demás decisiones azarosas para mantenerlo fresco. Lo que han hecho ha sido ampliarlo, mejorarlo, con la posibilidad de añadirle una visera –para evitar el sol que lo acerca a las gorras- o un forro de lana –que emparentando el casco con un gorro protege las orejas y la nuca durante el invierno-. Ambas opciones se ajustan al casco con un velcro. Parece fácil, ofrece algo nuevo: el viejo buen diseño.

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