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El difícil futuro del ‘striptease’ en Suiza

Las autoridades helvéticas anulan el visado para ‘bailarinas exóticas’ implantado en 1995

Al llegar a Suiza para instalarse, una de las primeras cosas que sorprenden al extranjero es la miríada de posibles permisos de residencia que existen. Para europeos, para estudiantes, para diplomáticos, para trabajadores de países limítrofes, para refugiados, etcétera. Cada uno con una letra propia (B, C, G, F, etcétera), creando así una curiosa sopa burocrática.

Pero entre todos los permisos existentes, sin duda la palma se la lleva el inusual Permiso L, instaurado en 1995. Este documento se extiende a las mujeres (generalmente llegadas de Europa del Este o Asia) que vienen a ejercer como “bailarinas exóticas” en los cabarets y clubes de striptease. Este permiso no es necesario para las ciudadanas de la UE que decidan probar fortuna quitándose la ropa en Zúrich o Ginebra. De más está aclarar que el Permiso L es un eufemismo que camufla en muchos casos la práctica de la prostitución, que es legal y muy rentable en la rica Suiza. Según la televisión suiza, una “bailarina exótica” gana 4.000 euros mensuales tras los impuestos. Las relaciones sexuales se cobran aparte.

Pero el statu quo ha cambiado el 1 de enero. Ese día, las autoridades han anulado los permisos a las extracomunitarias que quieran vender sus encantos en Suiza. La razón esgrimida por el Servicio de Migraciones es que el Permiso L estimula la prostitución y ya no cumple con su cometido central. A saber: proteger a las trabajadoras de la trata y la explotación. Los medios de comunicación hablan del “fin de una era” mientras los propietarios de cabarets se agarran la cabeza.

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Las voces críticas alegan que esta medida será contraproducente para las trabajadoras. “Antes, el sueldo era controlado por las autoridades”, explica una expropietaria de cabaret. “Ahora las mujeres seguirán viniendo, pero más expuestas a la explotación”. Aunque es un secreto a voces que muchas de estas bailarinas se han retirado tras casarse con un cliente. De hecho, no son pocos los hombres maduros suizos que encontraron en estos cabarets a sus futuras esposas. Para ellas, la nueva ley será ya indiferente.

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